martes, 3 de mayo de 2011

Los gritos del silencio: Sangriento y siniestro cine silente


El pasado viernes tuvo lugar el maratón de cine del Centro Cultural José Martí, organizado por Jorge Grajales. Como cada mes, nos trajo propuestas de cine bizarro, oscuro y perturbador, con la peculiaridad de que para esta ocasión se escogieron puras películas que se caracterizan por carecer de diálogos, demostrándonos que aún el cine contemporáneo puede prescindir de las palabras para contar historias que cautivan.


La primera cinta fue Té de sangre y cordel rojo (Blood Tea & Red String, Christiane Cegavske, Estados Unidos, 2006). Con trece años de trabajo invertidos en ella, esta cinta de animación stop-motion nos cuenta a la manera de un cuento de hadas macabro la historia del conflicto entre los aristócratas ratones blancos, quienes pagan por una muñeca, y los "zorrocuervos," quienes la elaboran pero deciden conservarla al quedar prendados de ella. Ya antes había visto esta película y sigue siendo tan pesada como la recuerdo. La trama va avanzando por buen camino pero luego como que se pierde y es difícil seguirla, aunque en todo momento es un deleite la manera artesanal en que se filmó.


Luego dimos paso a Themroc (Claude Faraldo, Francia, 1973). Esta película contestataria llena del espíritu reaccionario del París de los años 60 nos presenta a un obrero común y corriente que un buen día decide liberarse de las convenciones sociales para volverse una suerte de cavernícola moderno. Con la actuación de Michel Piccoli se nos presenta una reflexión sobre lo frágil de nuestra sociedad, pasando por temas "escandalosos" como el incesto, el canibalismo y el amor libre (tan propio de los 70). Una de las mejores películas de la noche, llena de balbuceos ininteligibles y gruñidos.


La siguiente función correspondió a Vase de noces (Thierry Zéno, Bélgica, 1975). También conocida como The Pig Fucking Movie, nos presenta a un solitario granjero que se entretiene poniéndoles cabezas de muñeco a las palomas, degollando gallinas, fornicando con una puerca, matando a sus hijos puerquitos, intentando suicidarse, defecando, comiendo su propia mierda y sembrando plantitas. Filmada en blanco y negro, con un soundtrack de música clásica, peca de pretensiosa a más no poder. Estos elementos y la posibilidad de infinitas interpretaciones me hacen hermanarla con Begotten (E. Elias Merhige, Estados Unidos, 1991). Podrá tener valor más allá del shock value, mas hoy en día me fastidia este tipo de película así que mejor ni profundizo.


Posteriormente pudimos ver Indefensa: Una sinfonía de sangre (Defenceless: A Blood Symphony, Mark Savage, Australia, 2004). También musicalizada con temas clásicos y un poco de música electrónica para las escenas violentas, mezcla de extraña manera las pretensiones artísticas con la explotación descarada. Sin embargo, logra hacer que funcione. Con una trama exageradamente simple y llena de huecos, revela un mundo sin ley ni límites donde empresarios ambiciosos deciden desquitarse de su socia por no firmar un contrato. Atacando y matando a sus seres queridos y después a ella, regresa para vengarse. Como buena película explotativa, tiene momentos inexplicables y un obligatorio romance lésbico, así como violencia excesiva.


Para terminar la noche tocó su turno a El hombre después del apocalipsis (The Afterman, Rob Van Eyck, Bélgica, 1985), una excelente película sobre el fin del mundo. Tras veinte años de encierro en un refugio atómico, un hombre sale al mundo para toparse con sexo, depravación y violencia por doquier. Pasiones desatadas, apetitos implacables y una búsqueda desesperada por sobrevivir nos llevan por un recorrido frenético que sirve al mismo tiempo como crítica a la humanidad. A pesar de ciertas fallas y un final demasiado abrupto, me pareció la mejor película del maratón.

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