lunes, 25 de abril de 2011

Mi casa es su casa (sobretodo si está embrujada)


Para dar inicio al segundo año de maratones caseros de la Neurobunch y compañía, esta vez cambiamos de sede a la nueva casa de Ana Paula y Miguel, también conocida como la KGB (Kitty & Gruñis Beach, o si lo prefieren, Kitty & Gruñis, Bitch!). Y qué mejor manera de estrenar departamento que viendo películas de casas embrujadas, ¿no creen? Luego dicen que somos extraños...


Bien, pues la acción empezó con un clásico, The Amityville Horror (Stuart Rosenberg, Estados Unidos, 1979). Supuestamente basada en hechos reales, cuenta la historia de la familia Lutz: una joven madre de tres, Kathy, recién casada con su nuevo marido George. Éstos compran una enorme casa que cubre sus necesidades y además la consiguen barata por su mala fama, ya que un año atrás los anteriores ocupantes fueron masacrados en ella.


Renventando el cliché de la casa embrujada, esta película se mantiene vigente gracias a su maravilloso soundtrack y a una buena tensión dramática que logra cautivar el interés del espectador mientras se desenvuelve el misterio. Sin gran despliegue de efectos especiales, se apoya más en la bien desarrollada trama. Y la guapísima Margot Kidder nos hizo sudar en más de una ocasión.


Después tocó su turno a House on Haunted Hill (William Castle, Estados Unidos, 1959), en la que un excéntrico millonario decide hacer la fiesta de cumpleaños de su cuarta esposa en una mansión embrujada. Para incentivar a los asistentes, ofrece diez mil dólares a cada uno de los que pasen la noche completa en el lugar... o a sus herederos, si es que no sobreviven. Una serie de intrigas y una muy mala relación con su nada amorosa esposa llevan a la historia por lugares inesperados, con uno que otro susto.


La película es francamente malona, con unos huecotes en la trama imposibles de justificar, pero entretiene. Y vale la pena verla, si no por otra cosa, por la presencia de Vincent Price como el organizador del evento. Se le hizo un remake en 1999, pero ni por equivocación lo vería.


La cinta que se robó la noche fue Wait Until Dark (Terence Young, Estados Unidos, 1967), aunque esta no es de fantasmas sino la excepción a la regla. Trata sobre unos narcotraficantes que quieren recuperar un envío de heroína oculto en una muñeca, la cual fue a parar al departamento de una mujer ciega y su esposo. Haciendo que el marido se ausente, tres rufianes deben engañar a Susy para que les ayude a encontrar a la muñeca, mas ella empieza a sospechar y con ayuda de una vecinita se da cuenta del peligro que corre.


Basada en una obra de teatro pero bien adaptada al lenguaje cinematográfico, la historia está cimentada en sólidas actuaciones y en un ritmo implacable que no da descanso al espectador mientras se angustia por el destino de Audrey Hepburn.


Para aguantar el sueño en la hora más difícil de la madrugada, escogimos una película ligerita. Carlos insistía en que Casper (Brad Silberling, Estados Unidos, 1995) era una joya incomprendida y menospreciada. Yo no tenía recuerdos gratos de ella, además de que nunca me cayó bien el personaje, pero dada la insistencia de mi amigo (y que, de no ser en un maratón, sé que nunca la habría vuelto a ver) decidimos incorporarla a la programación.


Admito que es bastante divertida y tiene algunas situaciones graciosas que me hicieron reír. Varios de los personajes tienen bastante riqueza, Bill Pullman es un actorazo y la joven Christina Ricci se ve muy linda. Lo único malo es que la mayoría de las escenas en las que sale el personaje titular apestan, y es difícil ignorar al protagonista al evaluar una película. Mas fuera del final excesivamente cursi y meloso, no me arrepiento de haberla visto.


Para cerrar con broche de oro, vimos Poltergeist (Tobe Hooper, Estados Unidos, 1982). Nunca antes la había visto y sentía mucha curiosidad por ella. Con la icónica imagen de una niña güerita frente a una televisión con estática, empieza la historia de la mencionada cría que puede escuchar las voces de fantasmas a través de la televisión. A través de fenómenos sobrenaturales, estos entes se manifiestan y se apoderan de la infante, dejando a su familia desesperada y buscando formas de recuperarla.


Producida por Steven Spielberg, hay que reconocer que ese hombre sabe cómo hacer cine y cuándo dejarle el mando a alguien más adecuado. La cinta muestra claramente la influencia de este productor así como del director. En un momento, la historia se asemeja a Close encounters of the third kind (Steven Spielberg, Estados Unidos, 1977) pero con espíritus en lugar de alienígenas. Aunque también hay una presencia auténticamente maligna que no tiene buenas intenciones para con la pequeña. Con buenos momentos de horror y efectos especiales que no han envejecido de la mejor manera, vale la pena ver esta película.

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