martes, 5 de abril de 2011

La vida útil

(Federico Veiroj, Uruguay, 2010)

Últimamente han salido varias películas uruguayas que valen mucho la pena. Con esto en mente y tras haber leído una reseña que prometía mucho, decidí ver esta película. Nos cuenta la historia de Jorge, un hombre de cuarenta y cinco años cuya vida gira en torno a su trabajo en la cinemateca. Este hombre (como algunos que conozco) vive cine, respira cine y sueña cine. Súbitamente, su mundo se viene abajo cuando se toma la decisión de cerrar la cinemateca por sus inexistentes rendimientos económicos. Como un cinéfago empedernido, creí que me vería reflejado en la película. De hecho, me encantó la frase que usaba Jorge en sus anuncios grabados, "usted NECESITA a la cinemateca, cinemateca necesita de usted." No obstante, la cinta no logró ocasionarme ningún tipo de catársis.


Podríamos decir que se trata de dos películas en una. La primera mitad utiliza una estética más bien minimalista, recurre a actuaciones no profesionales para mostrar de manera naturalista una realidad sin adornos y un tanto monótona, esa realidad de la que muchos queremos escapar viendo películas, mientras el protagonista y sus colegas hacen todo lo posible por salvar su segundo hogar. De repente, sin aviso, el tono cambia por completo y, una vez que cierra la cinemateca, nuestro personaje principal intenta tomar las riendas de su vida para darle una nueva dirección. Lo extraño es que en esta segunda parte se recurre mucho más al uso de música incidental y situaciones que nos recuerdan ese cine clásico de hace cincuenta o sesenta años, creando una atmósfera de gran ingenuidad y muchas esperanzas en el futuro que nomás no termina de encajar con lo que vimos antes.


Con un formato de proyección cuadrado y filmada en un cuidado blanco y negro, esta breve cinta nos muestra la vida interior de un hombre callado y poco sociable pero con una gran pasión. Además del triste comentario que critica situaciones en que proyectos culturalmente relevantes son terminados por motivos económicos y de unas cuantas situaciones graciosas pero incongruentes cerca del final, la película no me dejó casi nada más que la moraleja de que "todo por servir se acaba."


Otro aspecto que me dejó perplejo fue la música. Al principio casi no se recurre a ella, hasta que se pone una canción en su totalidad en un punto crucial de la historia. Esta canción, titulada Los caballos perdidos, me pareció muy buena y evocativa, logra crear el sentimiento de melancolía que corresponde a las imágenes a cuadro... pero no encaja bien con la estética de la película. Pasa lo mismo con otra canción que se incluye más adelante. Para la segunda mitad de la historia, que aparentemente deconstruye la dinámica de la cinefilia con un personaje haciendo de su vida su propia película, el uso de música de cintas clásicas (con piezas muy bonitas, sobra decir) me sacó un poco de la historia pues intentaba identificar a qué película se hacía referencia/homenaje.


Ultimadamente, estas aparentes incongruencias, mi duda sobre si se hacía referencia a otras obras en particular y el final más abrupto que abierto hicieron que no disfrutara mucho de la película. Pero no está del todo mal. Un detalle agradable es que, así como las películas de los años 50, al principio se muestran todos los créditos y al final sólo aparece la palabra FIN en pantalla.

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