(Solitary Man, Brian Koppelman & David Levien, Estados Unidos, 2009)
¿Cómo es que un buen hombre se puede convertir en un completo bastardo? Es más fácil de lo que muchos imaginan. Esta película nos cuenta las desventuras de un hombre que se acerca a los sesenta años de edad, el cual acabó con su exitosa carrera como vendedor de autos al cometer varios fraudes, terminó con un armonioso matrimonio por culpa de varias infidelidades y continúa empujando los límites en un sendero autodestructivo, como para ver qué tan bajo puede caer.
Michael Douglas dándole consejos para ligar a Jesse Eisenberg.
A pesar de que la cinta no explora su pasado a cuadro, nos queda claro que Ben Kalmen (Michael Douglas) era un tipazo. Ahora, en cambio, se dedica a ligarse a cuanta mujer guapa se cruce por su camino, vive de préstamos de su hija y favores de su novia, hija de un importante e influyente empresario. Para pagar por las recomendaciones que le consiguió, Ben quedó en acompañar a la hija de su novia, una tentadora Lolita de dieciocho años, a su entrevista en la Universidad.
Dieciocho años: joven, hermosa, firme y tentadora. Y con más colmillo del que aparenta.
El filme explora las consecuencias de los actos, sobretodo cuando éstos son cometidos para satisfacer impulsos viscerales sin reflexión alguna. También nos habla del temor a la vejez y a la muerte, a ese terrible momento en que uno se da cuenta de que no es inmortal ni invencible. El personaje principal le da la espalda a sus escrúpulos pues éstos no le salvarán la vida. Apoyada en un elenco bastante sólido y con varias situaciones dramáticas bien llevadas a cabo, la cinta es interesante pero no llega a las profundidades que podría alcanzar en cuanto al qué tan bajo puede llegar un hombre ni qué tanto puede llegar a redimirse.
Eso sí, le aplaudo que empiece con una canción de Johnny Cash. Bien hecho.
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