miércoles, 19 de enero de 2011

My soul to take

(Wes Craven, Estados Unidos, 2010)

Tras cinco años de no dirigir ningún largometraje y dieciseis de no dirigir un guión escrito por él mismo, Wes Craven regresa con esta cinta que en México le pusieron Espíritus. Había visto el trailer y me despertó una curiosidad malsana. Se veía bastante malona, una slasher movie que no se enteró que los años 80 terminaron hace varias décadas, con un soundtrack nü metalero que quedaría mejor en los 90. En resumen, una película anacrónica, fuera de tiempo.

Pero la curiosidad fue mayor que la aversión, decidí verla. Y salí gratamente sorprendido.

Sí, es mucho de formulita. Sigue los pasos de cualquier otra slasher movie, pero lo hace bien, con conocimiento del sub-subgénero. Sí, las actuaciones no son de lo mejor, pero los personajes son lo suficientemente variados y ligeramente intrigantes como para no sentirse planos. Sí, el final es un poco flojo, pero no tumba la película.


La premisa inicial es que un asesino serial muere (o más bien desaparece, pues nunca encontraron su cuerpo) en la misma noche en que nacen siete bebés. Dieciseis años después, al verse interrumpido el ritual que año con año hacen los adolescentes para "alejar" al Destripador (como dieron en llamarle al asesino) por la policía, uno a uno empiezan a morir los chicos nacidos esa noche.

El giro interesante es que el asesino original tenía personalidad múltiple, por lo que cometió los crímenes sin tener completa consciencia de ello y era al menos parcialmente inocente. Algunas de sus personalidades intentaban detener al homicida entre ellos. Se especula que cada uno de los siete corresponde a una de sus personalidades, haciendo de uno de ellos un monstruo.

Conforme se desarrollaba la trama, me mantuvo preguntándome si el asesino era un fantasma incorpóreo, el mismo fantasma poseyendo a uno de los chicos, uno de los chicos impulsado por la locura o el fanatismo, el Destripador original que realmente sobrevivió todo ese tiempo o alguien más que aparentemente no tuviera relación con el caso.

Craven revisa algunos de sus temas recurrentes, como la sexualidad en adolescentes o los miedos de la gente de los suburbios. Algunas escenas son reminiscentes a Pesadilla en la calle del infierno (Estados Unidos, 1984), desde las locaciones residenciales hasta una secuencia en la caldera de una alberca. Sin embargo, no recurre a valores explotativos ni a clichés; no hay desnudez gratuita ni se muestra a jovencitas núbiles gritando mientras corren por sus vidas.


Tal vez el mayor acierto es el planteamiento de la siguiente noción: crecer es solamente pretender. Pretender que a uno no le importan las cosas, que no lo lastiman, que las entiende. Y de tanto pretender, terminan por volverse ciertas, o lo más cercano a ciertas. Me pregunto si algún día dejamos de pretender en realidad...

En su conjunto, me pareció bastante agradable la cinta. Disfruté mucho viéndola, es divertida, tiene algunos sustos, uno que otro giro ingenioso, un ritmo vertiginoso y, por fortuna, sólo una canción de nü metal (el resto era sólo para el trailer). Eso sí, aclaro, sólo la recomiendo como simple entretenimiento y para fans del cine de horror, en particular de las slasher movies o de la filmografía de Craven.

1 comentario:

  1. Hoy, estoy entre esa y Hereafter de mi querido Clint.
    Después de leer algo acerca de la peli en imdb, quedé bien desmotivada, hora lo estoy re pensando.

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