(Meir Zarchi, Estados Unidos, 1978; Steven R. Monroe, Estados Unidos, 2010)
En 1978 tuvo un estreno limitado la infame cinta objeto de esta reseña, bajo el título Day of the Woman, aparentemente una película más de explotación bajo el subgénero de "violación y venganza." La trama es sencilla: Jennifer Hills, una joven y bella escritora, decide rentar una casa durante el verano para trabajar en su primera novela. Los lugareños, en principio amigables, la violan brutalmente y la dan por muerta. Tiempo después, ella regresa para vengarse de manera igualmente brutal.
Camille Keaton y Sarah Butler interpretando a Jennifer Hills
La película fue tachada de misógina, fue llamada una obra vil y deprimente, fue atacada por su falta de diálogos y la forma tan simple en que muestra los hechos retratados. A mi parecer, fue incomprendida y se habló más sobre la controversia ocasionada por ella que sobre su contenido propiamente dicho. Sí, los crímenes que muestra son grotescos, pero nunca se busca justificarlos ni mucho menos glorificarlos. Los atacantes son personas normales, no tienen apariencia monstruosa ni mirada que refleje un claro desequilibrio mental, incluso algunos de ellos podrían considerarse apuestos; sin embargo, al menos a mí me resultó imposible verme reflejado en ellos, sus acciones son tan repulsivas que obligan al espectador a darse cuenta de que atrocidades como las mostradas ocurren constantemente y sus perpetradores son gente común y corriente. La forma lacónica de presentar los hechos los hace más realistas y difíciles de asimilar.
El "amigable" Johnny, protagonizado por Eron Tabor y Jeff Branson, respectivamente.
Ahora, más de treinta años después, salió a la luz un remake. La principal pregunta es: ¿tiene sentido hacer semejante refrito? Yo digo que sí. Por una parte, se actualiza la historia y se le agrega mayor complejidad: el papel de los medios audiovisuales, el voyeurismo inminente en la pornografía y la invasión de la intimidad, la postura cerrada de la sociedad hacia el consumo recreativo de drogas, la corrupción de las figuras de autoridad. Además, la historia se ve beneficiada con mejores actuaciones y con una estructura que genera una mayor tensión dramática. Pero lo más importante es el triste recordatorio de que, aún hoy en día, la situación de las mujeres no ha mejorado tanto como debiera. Siguen siendo víctimas de violencia, se les sigue negando la seguridad y tranquilidad que merecen.
Jennifer, "provocando" a los machos lugareños.
Un acierto en ambas versiones es que no reducen a Jennifer al típico personaje femenino estúpido que pulula en las películas de horror, carente de sentido común y propenso a situaciones absurdamente peligrosas. El único "error" que ella comete es ser lo suficientemente ingenua como para pensar que no le pasará nada si se va sola a un lugar apartado de la sociedad, lo suficientemente bienintencionada para creer que los hombres la respetarán y le darán su lugar. Mientras se desarrollaba el principio de la historia me sorprendí a mí mismo pensando "esta tonta se está poniendo a sí misma en el camino del peligro, pareciera estar buscando que le pase algo malo." Al darme cuenta de mi postura, a la cual nos ha acostumbrado la sociedad en que vivimos, me sentí incómodo.
La violencia sexual del original, y la intimidación psicológica del remake.
Ahora bien, la primera mitad trata sobre los ataques a la escritora. El original va directo al grano y se centra en el abuso sexual. La nueva versión, en cambio, crea suspenso generando una atmósfera amenazante y, cuando se desatan los ataques, recurre también a la violencia verbal, física y psicológica aunadas a la violencia sexual, haciendo el sufrimiento de Jennifer aún mayor. La forma tan descarnada de esta primera parte, al menos en el remake, es tan grotesca que raya en el mal gusto y en la pornografía de la violencia, realmente perturbadora.
Jennifer, tras haber sido golpeada y ultrajada en repetidas ocasiones.
Algo que también incorpora el refrito es el elemento de la duda: en un principio no se aclara si realmente sobrevivió a los ataques para vengarse o si se trata de una presencia incorpórea que ajusta cuentas desde el más allá. De igual manera, el remake nos muestra los elementos que le ayudan a sobrevivir y algunos de los instrumentos de su venganza, como muestra de ese afán del cine comercial norteamericano de justificar cada punto de la trama.
Las "herramientas" de la retribución: una pistola y unas tijeras de jardinero (imagínense qué corta con ellas).
Por último, se nos presenta la tan mentada venganza. En la versión original, Jennifer usa su sexualidad para atraer a sus víctimas, creándoles un falso sentido de seguridad para después tomarlos desprevenidos. La versión modernizada opta más por planes intrincados al estilo Saw, dando a cada quién la retribución más "adecuada" a su forma de abuso.
En ambas versiones se usa una tina para la venganza.
Es un tema delicado. Cuando Jennifer es golpeada, insultada, humillada y finalmente violada, uno como espectador rechaza la crueldad infringida hacia otro ser humano. Yo me encontré preguntándome cómo alguien podría disfrutar tratando así a otra persona, o viendo actos similares (como el público consumidor de películas snuff). No obstante, a la hora de la vindicación, encontré satisfactorio el sufrimiento de los otrora victimarios. ¿Qué dice esto de mí? ¿Qué dice de nosotros como sociedad? ¿Acaso tenemos una necesidad de crueldad pero algunos necesitamos justificarla para poder disfrutar de ella? Por otra parte, si condenamos los crímenes que comete Jennifer para desquitarse, ¿cuál es la alternativa? ¿Confiar en el sistema judicial? ¿Los castigos impartidos por este son suficientes? ¿Quién decide qué es realmente lo justo?
Y así quedó Johnny...
En resumen, es triste que hoy como hace tres décadas las mujeres no puedan moverse libremente por el mundo sin ser agredidas de una forma u otra: no pueden ponerse una minifalda sin que alguien le grite una guarrada, no puede disfrutar de su sexualidad sin que la tachen de zorra, no puede expresar su feminidad sin ser acusada de provocativa. Ambas versiones de la cinta valen bastante la pena, aunque ambas son difíciles de ver y no para gente de estómago sensible. Y, al menos en mi caso, resultaron ser un fértil material de reflexión.
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