(Andrea Arnold, Reino Unido, 2009)
Mia tiene quince años. Tiene problemas en la escuela (la acaban de correr de la más reciente). Viste con pants y un hoodie. Le gusta bailar al ritmo de hip hop y siguiendo sus propias coreografías (pero al estilo b-boy, no como esas golfas que bailan como putas). No tiene amigos (Keely ahora se junta con las mismas golfas). Se lleva mal con su hermana menor Tyler (que es tan vacía como el resto de la gente). Su madre no la quiere y la maltrata (vieja alcohólica). Vive en una casa de interés social en Essex, su futuro no luce muy prometedor.
Está enojada con el mundo, siente que nadie la comprende. Tiene la audacia de la juventud, que intenta corregir los males que percibe sin darse cuenta del resto del panorama. Cuando ve a una yegua encadenada en un patio, en los huesos, intenta liberarla sin ponerse a pensar en cómo podrá ésta sobrevivir lejos de sus dueños, quienes en apariencia la están matando de hambre. Dichos dueños la descubren y la agreden, le quitan su mochila, tirando al suelo sus cds, su discman, sus bocinas: sus herramientas de escape.
De repente, un respiro en medio del caos, un oasis. Connor, el nuevo novio de su madre, no parece ser una mala persona. Es amable con ella, le gusta cómo baila, la anima a seguir sus sueños. Además, no duele verlo, al contrario. Cuando está con su madre, hasta ella la trata bien, hasta parecen una familia. Él es protector, afectuoso, cómplice y confidente, empático. Responde a las necesidades de Mia sin que tenga que expresarlas, parece saber lo que ella está pensando, lo que le hace falta.
De ahí en adelante, la película toma rumbos primero predecibles, luego inesperados. Lo que uno se imagina que va a pasar, pasa. Lo que uno sospecha se va a revelar, es revelado. Pero después el recorrido de Mia va por caminos poco conocidos, eludiendo toda predicción y sorprendiendo sin llegar a extremos inverosímiles ni cayendo en lugares comunes. Las acciones de la protagonista la llevan a atravesar la oscuridad para surgir victoriosa de regreso a la luz, victoriosa pero cambiada. Con menos inocencia, más criterio; carente de ingenuidad pero más determinada en sus cometidos. Su futuro sigue amenazado por obstáculos enormes, pero ahora ella tiene la fuerza para hacerles frente.
La cámara en mano da la sensación de inmersión en el mundo que se muestra frente a la pantalla, volviendo al espectador testigo presencial de los sucesos. Las actuaciones son muy auténticas, con particular mención a Katie Jarvis en su debut como actriz. Tras tomarme una píldora de Wikipedia me enteré de que la película fue filmada cronológicamente, de modo que los actores no sabían lo que pasaría con los personajes la siguiente semana, lo cual logra crear la atmósfera de cotidianeidad y rutina opresora de la cual se tiene esperanzas de huir. El resultado es una rebanada de vida en la sala de cine. Muy recomendable.
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