(Danny Boyle, Reino Unido-Estados Unidos, 2010)
Danny Boyle es un director versátil. A través de su filmografía ha pasado por el crimen, las drogas, el romance, islas secretas, los pseudo-zombies, niños religiosos, naves espaciales y concursos televisivos. Su más obra entrega es una adaptación del libro Between a rock and a hard place, de Aron Ralston, cuyo brazo derecho quedó atrapado por una piedra enorme mientras exploraba los cañones de Utah. Obviamente logró salir de ahí, así que no les arruino la película al decirles que no se muere. Supongo que la mayoría ya han escuchado hablar del recurso drástico al cual tuvo que recurrir para salir con vida, pero no lo mencionaré para no arruinarles la historia si es que aún no la conocen.
James Franco protagoniza al aventurero, un ingeniero mecánico que disfruta de escaparse los fines de semana para explorar la naturaleza y practicar deportes "extremos." Al menos en esa ocasión no le avisó a nadie de sus planes. El sábado conoce a otro par de exploradoras, pasa un rato con ellas y después continúa con su camino. Más tarde es cuando ocurre el accidente que aprisiona su brazo en el interior de un cañón, alejado de la civilización, sin celular, sin provisiones suficientes, sin herramientas: sin esperanzas de sobrevivir. A partir de ahí la película nos muestra los esfuerzos de Aron por liberarse, su desesperación, sus recuerdos, sus deseos, sus alucinaciones, sus despedidas y su determinación por vivir.
Algo que me gustó mucho fue el uso de la pantalla dividida en varias secuencias. Para mostrar un recorrido largo, la imagen se separa en tres secciones, cada una mostrando distintos tramos del camino desde diferentes perspectivas, logrando crear la sensación del desplazamiento a lo largo de una extensa distancia sin tener que usar una escena larga (del triple de duración). Otro gran acierto de la cinta, como en el resto de la carrera de Boyle, es el uso de la música, que le da vitalidad y dinamismo a la historia. Ahora van mis quejas.
Por una parte, en pocas ocasiones Franco demuestra sentir dolor. Cuando la piedra le apachurra el brazo ni siquiera grita. El dolor constante que me imagino habrá experimentado Rolston no parece evidente en el filme ni tiene repercusiones en el resto de su cuerpo. Solamente cuando acude a su solución extrema podemos ver el dolor en todo su esplendor. Pasando a otro punto, me parece que abusa de los flashbacks y de las tomas que nos indican su posición. Supongo que el libro incluye muchos pasajes sobre la niñez y los recuerdos del explorador, ya que en una situación similar la vida interior es la que obtiene prominencia, pero hubiera preferido que eso quedara insinuado sin ser mostrado gráficamente, al igual que las recurrentes tomas aéreas mostrando el apartado rincón al cual fue a caer el protagonista. En ese respecto, admiro mucho más la cinta Buried (Sepultado, Rodrigo Cortés, España, 2010), que se arriesga a hacer una película enteramente filmada en un espacio cerrado y con un solo actor. No me parece mejor, sólo que la respeto mucho más.
Ultimadamente, siento que 127 horas es una buena película, en definitiva no es complaciente y llega a ser incómoda y perturbadora (como debiera ser toda obra de arte), pero podría ser mejor en algunos aspectos. Prefiero la parodia que compartiré a continuación, protagonizada por un lindo gato:
A decir verdad, pese a que se trata de un filme de Boyle la premisa de 127 hours no terminaba de captar mi atención, pero con su ejercicio crítico ha terminado de amarrar mi deseo por verla.
ResponderEliminarGracias Pok... en unas horas ya la estaré viendo para emitir así, mi propio juicio al respecto. Saludos !