miércoles, 15 de junio de 2011

X-Men: First Class

(Matthew Vaughn, Estados Unidos-Reino Unido, 2011)

A pesar de que no he leído el comic del mismo nombre, sé que esta película no comparte con él más que el título. En esto de las adaptaciones de comics de superhéroes no se trata de ser fieles al material fuente, sino más bien de contar buenas historias con los mismos personajes, quizás inspiradas en las historias impresas durante la vastísima continuidad de éstos. Con esto en mente, la cinta aquí reseñada comparte el espíritu de su contraparte de papel y tinta de contar el cómo empezó todo.

Estableciendo una nueva continuidad que nada tiene que ver con los comics ni con la previa serie de películas, supongo que será un empezar desde cero al igual que hará Marvel Studios con las películas de Spider-Man. Dicho lo anterior, no tiene caso lanzar peroratas alegando inconsistencias con las edades de ciertos personajes o cosas similares. Es borrón y cuenta nueva.


En esta encarnación, por algún extraño motivo se decidió darle raíces británicas a Charles Xavier. Opuesto a todo lo que acostumbra su versión adulta, este hombre interpretado por James McAvoy (como dijera mi amiga Ana Paula, de unos "veintirricos" años) no sólo camina y tiene una espesa cabellera, sino que deja a un lado la solemnidad para ser ególatra y conquistador, aunque irremediablemente buena persona.

La otra cara a su moneda, el futuro Magneto, es el que se lleva la película. Protagonizado por Michael Fassbender, demuestra la profundidad que corresponde a tan complejo personaje. Sobreviviente de Auschwitz, donde perdió a sus padres; convertido en un arma humana, criado con odio; solo en el mundo, en busca de venganza. Es así que su camino se cruza con Charles, quien le hace ver que puede recorrer un camino con menos rencor y más compañía. Para ayudar a otros, se dedican a buscar a gente con facultades diferentes para reunirlos, protegerlos y enseñarles a usar sus dones para un bien común.


Ambientada en la década de los 60, con un diseño de vestuarios y escenografías impecables, logra plantear de manera verosímil la realidad que vio nacer al concepto de los X-Men: la búsqueda de aceptación, el conflicto de imagen, la discriminación, los ideales. Si bien hay muchos personajes y no a todos se les da un desarrollo completo, la cinta se enfoca en los principales y explica el origen de varios factores importantes en su futuro sin llegar a parecer un juego de "unir los puntos."


Por el lado de los villanos tenemos al Hellfire Club, liderado por Sebastian Shaw. Aquí deja su imagen de victoriano decadente por la de todo un dandy que quiere conquistar al mundo, por qué no. Su origen, ubicado en la Segunda Guerra Mundial, me dejó un tanto perplejo pero no lo suficiente como para quejarme. Su brazo derecho es Emma Frost, la White Queen, cuyo potencial fue bastante desperdiciado. Para un personaje tan maquiavélico y manipulador, se ve reducida a una femme fatale peligrosa pero hasta cierto punto hueca que se limita a obedecer órdenes y a verse increíblemente bien. Ojalá que en las secuelas exploten más su mente retorcida y su moral cuestionable. El resto de los villanos, Azazel y Riptide (este último casi ni habla), están meramente de relleno. Meh, no aportan nada pero tampoco estorban.


Si bien los efectos especiales no son el punto fuerte del filme, el guión está escrito de manera tan cuidadosa y con tanta atención al drama de los personajes que se le perdona. El balance justo entre escenas de acción y diálogos ayuda mucho. Y a la hora de mostrar violencia, no se pone límites mojigatos. El vestuario de Magneto al final me recordó mucho al que usa en Ultimate X-Men, otro replanteamiento de la saga de estos mutantes actualizada y desde cero.

En resumen, aunque no la promocionaron tanto como Thor o Captain America: The First Avenger, esta película parece ser la carta fuerte e inesperada de Marvel este año. Y qué bien se ve Jennifer Lawrence (y no actúa nada mal)...

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