El pasado 25 de julio, la Cineteca Nacional fue invadida por una horda de muertos vivientes. Bueno, la pantalla de la Sala 1, al menos. Como ya han venido haciendo de un tiempo para acá, se organizó un maratón de películas esta vez dedicado a revisar la saga de películas de zombies de quien muchos consideramos el director más importante en el subgénero y el padre del zombie moderno, George A. Romero. Como con todas las cosas que tienen que ver con zombies, una gran concurrencia se dejó ver en el evento: las filas para cada función eran larguísimas y cada que terminaba una función los espectadores salíamos corriendo a formarnos con la misma premura que tendríamos si fuéramos perseguidos por un redivivo hambriento.
El festín de tripas y sesos comenzó por el principio, con La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, Estados Unidos, 1968). A pesar de que he visto este clásico en innumerables ocasiones, vale la pena verlo en pantalla grande. Lo único malo es que los jovencitos de hoy en día no conocen el respeto por los clásicos: muchos se reían al parecerles absurdas las premisas de la cinta (ya quisiera verlos riendo si en verdad los muertos atacaran a la gente y devoraran a sus víctimas). El público de hoy en día simplemente no se mete a las películas, no es comprometido. La historia, sencillamente, gira en torno al día en que los muertos dejaron de morir y empezaron a alimentarse de los vivos. Un pequeño grupo de sobrevivientes se unen renuentemente para defenderse de los monstruos, mas la desconfianza y las distintas perspectivas del asunto se convierten en su perdición.
Dejando atrás mi perorata de viejito amargado, procedo a hablar de la segunda función: El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, Estados Unidos-Italia, 1978). Con el apoyo de Dario Argento, Romero realizó la memorable segunda entrega en su serie. Sólo la había visto una vez antes y me sorprendió, al revisitarla, el notar lo vigente que sigue siendo (a pesar de los zombies con piel azul). La música, a cargo del grupo Goblin, le da el toque necesario de tensión y atmósfera, ubicándola en su época pero sin sonar anticuada. Y el comentario social en ésta es mucho más claro. Ya entrados en pleno holocausto zombie, un par de policías, un piloto de helicóptero y una reportera deciden huir pero terminan refugiándose en un centro comercial. Como siempre, las cosas salen bien hasta que otros humanos se involucran.
En este maratón tuve ocasión de ver por primera vez El día de los muertos vivientes (Day of the Dead, Estados Unidos, 1985), según algunas fuentes la favorita de Romero mismo. Una especie de misión humanitaria apoyada por la milicia busca alguna forma de cura o solución al problema zombie, pero las rencillas y luchas por el poder degradan la situación. Con un ritmo angustiante y mucha tensión, disfruté mucho de esta cinta. Además, me emocionó reconocer en la música del principio el track utilizado por Gorillaz para su canción M1A1.
Para terminar, saltándose la que muchos consideran la peor de la saga, seguimos con El diario de los muertos (Diary of the Dead, Estados Unidos-Canadá, 2007). Más que una secuela, es un replanteamiento del inicio del apocalipsis zombie en nuestros tiempos, revisando el papel de los medios, la cultura de la inmediatez y el desapego a través de las imágenes. Buenas reflexiones, buenos momentos, un poco de comedia (como siempre pasa con Romero, creador del splat-stick) y una buena historia que, no obstante, no termina de cuajar. Para la forma en que está realizada como que le falta seriedad o quizás verosimilitud. Pero me sigue pareciendo buena.
Es bonito ver una película rodeado de un público, la experiencia es distinta a verla uno solo. Lo malo es que, al menos en mi parecer, el público mexicano es muy inmaduro: se ríen por cualquier cosita (a veces incluso por cosas que ni siquiera son graciosas). Pero considerando todo, fue una buena tarde cinéfaga.
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