jueves, 11 de agosto de 2011

Camino a la libertad

(Peter Weir, Estados Unidos, 2010)

Independientemente de si los supuestos hechos reales en que se basa fueron de hecho reales o no, la historia es bastante buena. Un grupo de prisioneros en Siberia se fugan del gulag y enfrentan al clima, a los animales salvajes, a la noche, al hambre, a los mosquitos y al cansancio extremo para recorrer a pie la distancia que los separa de India. Al igual que cuando vi 127 Horas (Danny Boyle, Reino Unido-Estados Unidos, 2010), me sorprende lo bien preparadas que están ciertas personas para enfrentar a la naturaleza en sus aspectos más implacables. Si yo me viera en medio de una situación como las aquí retratadas, seguro me muero a los cinco minutos (ahora bien, dado mi sedentario estilo de vida, difícilmente podría verme envuelto en un dilema similar).

Porque uno siempre encuentra jovencitas atractivas en medio de áreas despobladas...

Para ser una película estadounidense, no se le da tanto peso al único personaje gringo. A pesar de que la mayoría de los actores son sajones, sus convincentes acentos europeos nos mantienen dentro de la realidad planteada por el filme. Las mínimas probabilidades de sobrevivir hacen que la tensión se mantenga de manera constante. El final evita las trilladas pantallas en negro con bloques de texto para informarnos del destino de cada personaje y en lugar de ellas utiliza un montaje que culmina en un momento bastante conmovedor. Y tiene un gran momento que podría usarse de argumento contra el suicidio, cuando Janusz le pregunta a Mister por qué no se ha quitado la vida, éste simplemente le contesta: "Sobrevivir es una forma de protesta. Y estar vivo es mi castigo."

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