miércoles, 31 de agosto de 2011

Something blue...


Con motivo de la próxima boda de mis queridos amigos Ana Paula y Miguel, la Neurobunch decidió dedicar el maratón del mes que termina a películas que giran en torno a uniones matrimoniales. O algo parecido. Podrían imaginarse que vimos pura comedia romántica pésima (sólo vimos una), pero es un hecho que hay bastante buenas películas del tema. Entre las que a la mera hora no entraron a la programación pero valen la pena está El hijo de la novia (Juan José Campanella, Argentina, 2001). También nos quedamos con las ganas de ver la versión original de El padre de la novia (Father of the bride, Vincente Minelli, Estados Unidos, 1950) y Matrimonio por conveniencia (Green card, Peter Weir, Estados Unidos-Francia-Australia, 1990).


Dimos por comenzada la noche viendo Conversando con la otra (Conversation(s) with other women, Hans Canosa, Estados Unidos, 2005), quizás la mejor película de toda la noche. Para empezar, tiene su lado experimental pues durante todo el metraje se recurre a la split-screen de una manera bastante inteligente: por lo general un lado de la pantalla la muestra a ella y el otro a él, aún si están juntos, creando una sensación de soledad y aislamiento además de reforzar las perspectivas que pueden ser prácticamente idénticas o radicalmente distintas; en otros momentos se usa una mitad de la pantalla para reflejar lo que alguno de los personajes piensa, imagina o recuerda. La película nos presenta a una dama de honor "de emergencia" invitada de último momento a una boda a la cual no quería ir, en la cual empieza a interactuar con un hombre que aparentemente quiere ligársela... ¿o será que se conocen de antes? Poco a poco la historia nos va revelando los papeles que juega cada uno hasta llegar a un clímax con mucha carga emocional, pasando por profundas reflexiones sobre el amor, el matrimonio, la infidelidad, las posibilidades futuras y las oportunidades desperdiciadas.


La segunda función fue de mi favorita Susanne Bier, Después de la boda (Efter brylluppet, Dinamarca-Suecia, 2006). Como todo en la filmografía de Bier, es todo un dramononón. Un hombre que dirige un orfanato en India que está a punto de quebrar es invitado a su natal Dinamarca para intentar conseguir un donador para apoyar a la institución. Ya estando ahí, el benefactor en potencia decide invitarlo a la boda de su hija el fin de semana, en lo que toma una decisión. Reencuentros amargos, secretos revelados, paternidad inesperada y mucho llanto es lo que les espera en esta cinta que reflexiona sobre el temor a la muerte, la humildad, la prepotencia y la compasión. Buenísima.


Luego continuamos con Viaje sin boda (Sveitabrúðkaup, Valdís Óskarsdóttir, Islandia, 2008) que, debo admitir, la recordaba mejor. Una pareja decide casarse en una iglesia rural en medio de la nada, para lo cual contratan dos camiones de pasajeros: en uno va la novia, en otro el novio y los invitados se reparten entre los dos. Llegan personas non gratas, se revelan indiscreciones, se desatan peleas, los anillos no aparecen y todo es un caos bastante interesante... si no son las tres de la mañana y hace un calor del demonio. Creo que todos nos quedamos dormidos en esta. La recomiendo solamente como una curiosidad y para verla sin sueño.


Para finalizar nuestra jornada cinéfaga vimos La mejor de mis bodas (The wedding singer, Frank Coraci, Estados Unidos, 1998). Nunca la había visto completa, solo algunos cachitos. Debo admitir que me hizo reír en algunas partes, me encantó el personaje del viejito borracho y me quitó el sueño. Pero también hay que admitir que es pésima, que Adam Sandler no sabe actuar y que perpetúa todos los clichés del amor romántico. Nunca en la vida volveré a verla.

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