(Mike Mills, Estados Unidos, 2010)
Con el horrible subtítulo de Así se siente el amor, esta película llegó a una muy reducida cantidad de salas en nuestro país. Como un comentario aparte, quisiera mencionar que me molesta aún más esta nueva tendencia de dejar el título en inglés de una película pero agregándole un subtítulo para que nos quede claro de qué va la cosa (como si fuéramos idiotas) que la tradición milenaria de poner pésimas traducciones a los títulos de las películas. Pero eso es tema aparte.
A sus setenta y cuatro años de edad, tras la muerte de su esposa, Hal (Christopher Plummer) decide revelarle a su hijo Oliver (Ewan McGregor) su homosexualidad. Posteriormente, pasa los últimos cuatro años de su vida explorando este aspecto de su sexualidad que siempre reprimió. La cinta comienza con Oliver vaciando la casa de su padre tras la muerte de éste, ocasionada por un cáncer terminal, y desarrolla dos historias: la de Hal y su búsqueda de pareja dentro de la comunidad gay -por medio de flashbacks- y la de Oliver, su duelo tras el fallecimiento y su encuentro y posterior involucramiento romántico con Anna (Mélanie Laurent).
El filme posee un gran poder emocional, es generalmente triste y conmovedor pero para el final logra levantar los ánimos, a pesar de no dar garantías. Tiene grandes aciertos, como un perro que se niega a estar solo y se comunica telepáticamente con su amo (para beneficio del público se recurre al subtitulaje de sus pensamientos) y el uso repetitivo de varios leitmotifs tanto gráficos como narrativos: este es el sol en 1955, este es el presidente en 1955, etcétera. Desafortunadamente, el perro pierde relevancia demasiado pronto.
En cuanto a ritmo, la película cojea un poco por las múltiples narrativas. La historia en el presente, la de Oliver tras la muerte de su padre, es narrada de manera lineal; pero la historia de Hal se cuenta en un orden cronológico menos estricto, lo cual puede llegar a ser un poquito incómodo. Poquito, no mucho. Aunque no es requerida, cierta interrelación entre los saltos temporales quedaría bastante bien. Además de todo esto, ambas líneas narrativas se ven interrumpidas frecuentemente por fragmentos de un pasado previo a ambas historias, ya sea la niñez de Oliver o la historia de sus padres. Si bien esto no genera confusión, sí crea cierto sentido de desorden.
Dejando a un lado estas "fallas" menores, la obra es grande. Si de por sí es difícil abordar el tema del amor, incorporar temas fuertes como la muerte, los derechos de la población gay y la depresión hacen de esto una labor titánica que no obstante logra llegar a buen puerto gracias a lo competente que es Mills como cineasta. Las actuaciones son de primer nivel, en particular disfruté del veterano Plummer. Y en cuanto a la historia, lo que más resonancia tuvo en mí fue la clara y honesta manera de mostrar que en la búsqueda del amor, nuestros padres siempre están presentes: a través de las ideas que nos dieron, las carencias afectivas que nos llevaron a buscar cariño en otras partes, los condicionamientos involuntarios, la historia familiar... Qué complicado es esto de las relaciones humanas, caray.
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