(Jim Sheridan, Estados Unidos, 2011)
Tomada de pelo que, contada en orden cronológico, pierde todo el chiste. Para demostrarlo, ahí les va el spoiler (léanlo bajo su propio riesgo): un asesino de poca monta es contratado para matar a la ex esposa de un tipo adinerado, por equivocación entra en la casa de los vecinos y mata a la mujer incorrecta. El marido de la occisa llega tarde para salvarla, recibe un golpe en la cabeza y queda confundido. El malhechor huye y el viudo es culpado por las muertes de su esposa e hija. Para sobreponerse, crea una personalidad alterna y sale del manicomio para regresar a la casa en ruinas de su pasado, pero él la ve entera y resplandeciente. Los hechos se le van revelando hasta que duda de su cordura. El asesino y aquel que lo contrató vuelven para completar su trabajo, matando a la vecina y culpando nuevamente al desafortunado protagonista -quien ahora tiene fama de loco-. Lo que parece ser el espíritu de la difunta interviene para salvar el día. En resumidas cuentas, vueltas de tuerca forzadas, explicaciones excesivas e indesición por el género: nunca supe si en realidad había presencias sobrenaturales o si sólo se trataba de alucinaciones. Tache.
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