martes, 25 de octubre de 2011

Gigantes de acero

(Shaw Levy, Estados Unidos, 2011)

Sería fácil decir que se trata de una película más en la que un "elegido" recupera la fe en sí mismo y logra cambiar su mundo: se queda con la chica, recupera a su hijo, derrota al "villano" invencible y, considerando todo, triunfa como los grandes. En efecto, es todo eso, pero hay más. El director, que hasta ahora sólo había dirigido comedias, decide entrar al terreno de la Ciencia Ficción por la puerta lateral, haciendo algo lo suficientemente cercano a nuestra realidad cotidiana como para no alienar al público mayoritario. Realiza una película hollywoodense bien hecha, emocionante, emotiva y divertida. También se nota la mano del productor, Steven Spielberg: el personaje infantil llega a ser insoportablemente entrañable.


Ligeramente basada en un cuento de Richard Matheson, la historia se desarrolla en el cercano año 2020. El conflicto que enfrenta Charlie Kenton (Hugh Jackman) es interesante: un hombre venido a menos, boxeador de corazón hasta que fue reemplazado por androides, recorre amargado y sin esperanzas el país, con deudas hasta el cuello y ninguna obligación. El resurgimiento de un hijo al cual abandonó al nacer se le aparece como una oportunidad de hacer dinero por medio del chantaje, pero una vez que convive con su progenie se da cuenta de que el chico tiene mucho más de él de lo que quisiera admitir. Apoyado por la gente que nunca ha dejado de creer en él, reconstruye un robot de entrenamiento y juntos le infunden la chispa "humana" que lo lleva a triunfar una y otra vez contra todos sus oponentes.


A pesar de ser bastante complaciente, no está exenta de momentos duros. Un personaje fugaz -el de un redneck que se cobra una deuda a la mala- aporta una escena de sordidez que nos recuerda que no todo es de color rosado. Eso, los efectos visuales, el carisma de Jackman y las piernas de Evangeline Lilly son motivos suficientes para darse una vuelta por las salas de cine a echarle un ojo a esta cinta.

El diablo me obligó


Si hemos de creerle al texto al final de la novela, este libro -que recién vio la luz este año dentro del sello Suma de Letras, de la editorial Santillana- surgió de manera similar al Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley y El vampiro (1819) de John William Polidori. Tras una noche en Monterrey, en la cual tuvo lugar una charla sobre cazadores de demonios, Edgar Clement, Francisco Ruiz Velasco y el autor de la novela aquí reseñada, Francisco G. Haghenbeck, se propusieron escribir sus propias versiones del mismo tema. Haghenbeck ya antes había utilizado algunos de estos conceptos en el comic Crimson, del sello Cliffhanger y posteriormente de Wildstorm, que fue publicado a finales de los años 90. Clement los incorporó en sus novelas gráficas Operación Bolívar (Editorial Palneta, 1995) y Kerubim (Caligrama, 2007). Se supone que Ruiz Velasco está trabajando en un largometraje inspirado en las mismas ideas.

Elvis Infante, un chicano bastante entrañable, es un diablero: se dedica a capturar ángeles y demonios para su posterior venta a diversos interesados que los emplean para muchas cosas, que van desde la elaboración de drogas y bebidas alcohólicas (el infame chínguere) hasta su esclavización y uso en círculos de peleas clandestinas y apuestas estratosféricas. A él se unen el padre Benjamín -un sacerdote sin fe y con mucha suerte con las mujeres-, la Curlys -una prostituta que "vende" su cuerpo para ser poseída por demonios que son subsecuentemente capturados-, el capitán Potocky -un militar de ascendencia polaca que introduce a Infante a su verdadera vocación-, Trou Macaq -un negro del bayou con falso acento y más falsas lealtades- y muchos otros personajes igual de pintorescos en una historia de conspiraciones y realidades ocultas. Utilizando artículos ficticios, noticias y correspondencia entre altos mandos se construye una realidad parecida a la nuestra, pero mucho más siniestra.

Como ya antes ha hecho en otras de sus obras, Haghenbeck nos presenta un desarrollo que no es estrictamente cronológico, empezando en el presente para ir saltando hacia atrás y adelante, construyendo dos narrativas principales: una de hace un año en Los Ángeles y otra de cinco años atrás en las cuevas de Afganistán. A pesar de que dichos saltos temporales no crean confusión, tampoco aportan gran cosa a la trama, pues la información revelada en posteriores entregas de una línea temporal no afecta de ninguna manera a las otras. De igual manera, siento que me quedó a deber pues esperaba un desenlace en el cual convergieran las tramas pero cada cual tiene su conclusión por separado. Lo cual no es malo, pero siento que tenía potencial para más. También siento que el final deja demasiados cabos sin atar, deja las puertas muy abiertas como para una serie de secuelas. Eso me gustaría, pero hubiera preferido una obra autocontenida en sí misma. Otra queja es la muy deficiente edición, con muchos acentos que sobran o faltan y nombres que van perdiendo o ganando letras, como Von Raylond, que se vuelve Von Rayond e incluso en algunos pasajes llega a ser Von Rayon. Si bien esto no es defecto de la historia, este tipo de fallas rompen la magia de la narrativa al sacar al lector del trance.

Con una clara influencia de Clive Barker (de la cual me percaté), un humor reminiscente a Robert Rodríguez y un gusto por las historias de Alan Moore (los cuales no hubiera notado de no ser por la nota del autor), este libro tiene pasajes de auténtico horror y es bastante divertido, con varios personajes memorables y un ritmo ligero que facilita su lectura. Pero me siguen gustando más las novelas históricas de Haghenbeck, como El código nazi (Editorial Planeta, 2008) y, mi favorita, Trago amargo (Editorial Planeta, 2006).

Para no perder la costumbre, transcribiré mis fragmentos favoritos de la obra:

     -Sólo son criaturas, como los dinosaurios. Existieron y funcionaron. Nosotros los humanos los adorábamos por no comprenderlos, como hacíamos con la tormenta o con un volcán. Los olvidamos y se convirtieron en adversarios de los cristianos -explicó el capitán sin dejar si sonrisa. Continuó su monólogo mientras guardaba algunos libros-: Debes entender algo, cabo Infante, este mundo ya no es el mismo que creó Dios. Ya no necesitamos ni ángeles, ni demonios. Son piezas de decoración obsoletas. ¿Quién se preocupa porque los atrapemos? ¿Qué persona se inquieta por los muebles usados?

     -Si lo vas a hacer, hazlo bien, Infante. Recuerda que el mundo está lleno de demonios traicioneros y mujeres dolidas.

Pero era demasiado simple. Las cosas oscuras nunca son así, sino complicadas como la forma de pensar de una mujer, como las sospechas de una amante, como las envidias de una niña. El destino era femenino, por lo tanto, incomprensible.

El padre Benjamín salió de la mansión Von Rayond. Iba arrastrando las piernas. Se percibía vencido, apaleado por cada mala decisión tomada en su vida. Se sentó en las escaleras y comenzó a llorar. Las lágrimas fácilmente brotaron de sus ojos. No eran las muertes, ni la locura que dejaba atrás. Ésa ya estaba en sus venas nadando sin tapujos para nunca más dejarlo. Lo que más le dolía era que Schmitz se había ido creyendo que realmente él era un exorcista, que su cliente era un paranoico y debería agradecerle el haber salvado a su hijo. Lloró porque comprobó que el pecado sí paga, que los pecadores pueden salirse con la suya y ser perdonados por el destino. No había razones para continuar profesando una de en la que Dios era condescendiente con sus feligreses, e inclusive hasta cómplice de éstos.

     -¿Por qué renunció?
     -Porque me di cuenta de que la maldad humana no se ve. Está en nosotros como un órgano. Igual que el corazón o los pulmones. Los viejos dicen que no se puede engañar al Diablo, pero es mentira. Al que no se puede engañar es a Dios -comenzó a narrar bajándose de la comodidad del asiento. Se plantó junto al cabo Infante, Le sacó de su bolsillo un cigarro y lo prendió. Dejó que el tabaco se tornara en color atardecer-. Dios dejó libre a Satanás pues supuestamente iba a tentar a la humanidad. Sería el gran juego: Dios contra el Diablo. Pero lo que nadie sabía es que poseía el partido amañado. Había comprado desde mucho antes a los jugadores, a los hombres: cuando creó a la humanidad, le otorgó maldad, mucha, inclusive mayor que la del Diablo. Volvió así inservibles a los demonios que los tentarían, incluso a los ángeles que pregonarían su bondad. Con el pretexto del libre albedrío, se cargó todas las instituciones espirituales. Dios fue el primer anarquista de la historia.

Amigos con beneficios

(Will Gluck, Estados Unidos, 2011)

A pesar de lo increíblemente vulgar y explícito del poster, la película en sí es bastante bien portada. Bajo la gastada premisa de dos personas que, hartas de las decepciones amorosas deciden engañarse creyendo que es posible negar las necesidades afectivas de ambos, deciden involucrarse en una relación meramente carnal. Sólo sexo, nada de sentimientos. Previsiblemente, fracasan y terminan declarando su mutuo amor de maneras excesivamente cursis. Tema ya revisado, con muchos mejores (pero de todas formas medianos) resultados, en la similarmente titulada (al menos en español) Amigos con derechos (No strings attached, Ivan Reitman, Estados Unidos, 2011)


Intenta abordar temas duros, como los estragos del Alz-Heimer en un miembro de la familia o la aparente inabilidad de desarrollar sentimientos derivada de trabas sociales, sin mucho éxito por la ligereza con que los trata. Innecesariamente larga, con algunos momentos graciosos pero ninguno auténticamente emotivo, explota más el atractivo sexual de Timberlake que el de Kunis por lo que no hay muchos motivos para que uno como hombre quiera verla. Y, al parecer, al público femenino tampoco le encantó. En general una película mediocre, ni tan mala como para llamarla bodrio pero definitivamente prescindible.

El día que vi tu corazón

(Jennifer Devoldère, Francia, 2011)

Quise ver esta cinta francesa, la cual formó parte del 15° Tour de Cine Francés, por la participación de la actriz Mélanie Laurent. La había visto con anterioridad en el drama romántico Beginners (Mike Mills, Estados Unidos, 2010), el cual disfruté enormemente. Me resultó curioso que ambas películas comparten algunos temas: relaciones amorosas difíciles, el papel cuasi omnipresente de la figura paterna en la vida del protagonista, la muerte.


La cinta comienza de manera ligera, haciendo críticas jocosas a Starbucks y otras nimiedades contemporáneas. Justine, el personaje de Laurent, trabaja en una clínica de rayos x, vive temporalmente con su hermana menor tras su más reciente rompimiento amoroso, saca radiografías a diversos objetos como parte de un proyecto artístico e interactúa con muchas dificultades con su padre, el cual tendrá un nuevo hijo con su nueva esposa. Dada la inconstante e imprudente relación que han llevado a lo largo de toda su vida, Justine no considera a su progenitor como la persona ideal para traer otra criatura al mundo. Lo que ella no sabe es que su padre, como le resultaba difícil relacionarse con ella por ser mujer, intentaba acercársele a través de sus novios, con los cuales ha mantenido contacto aún después de los respectivos rompimientos, llegando al grado de darles empleo y convertirse en amigo y confidente de ellos.


Conforme el filme avanza, poco a poco va haciéndose de una carga emocional impresionante que estalla al momento de la conclusión. Muy emotiva y con un guión discreto mas poderoso, vale mucho la pena ver esta película. Si les hacen falta razones, la belleza de Laurent y la originalidad de su arte por medio de radiografías deberían bastar.

lunes, 10 de octubre de 2011

Blackest Night


Lo que sea de cada quien, DC Comics sabe cómo hacer eventos de escala cósmica. Justo el otro día estaba recordando lo decepcionante que me resultó Civil War de Marvel Comics: su escritor, Mark Millar, se caracteriza por recurrir al shock value y esa miniserie no es la excepción. La premisa es buena, pero nada original: Squadron Supreme la revisó antes que nadie, Watchmen la llevó a su conclusión lógica, vamos, hasta Los Increíbles (The Incredibles, Brad Bird, 2004) hicieron la versión para toda la familia. ¡Spider-Man revela su identidad secreta! Sólo hasta que hace un pacto con el diablo para corregirlo. ¡Thor regresa de la muerte! Momento, es sólo un clon. ¡Mataron a Black Goliath! ¿Quién diablos era Black Goliath? ¡Los Fantastic Four se separan! (otra vez) ¡Iron Man toma decisiones dudosas! Por favor, solía ser alcohólico. ¡Arrestan a Captain America! Pero luego luego lo "matan" en su propia serie. En resumidas cuentas, puro espectáculo y nada de relleno. Por otra parte, al año siguiente, DC lanzó Final Crisis de Grant Morrison, la cual abre con la muerte de Martian Manhunter (un personaje verdaderamente relevante), en lugar de matar a otro Flash trae de regreso a Barry Allen, los malos ganan, Wonder Woman es convertida en una mujer-perro al servicio de Apokolips y Batman rompe su regla de no usar armas de fuego para luego ser víctima de la Sanción Omega.


Pero esta reseña es sobre la noche más oscura, quizás uno de los eventos más esperados en mucho tiempo dada la monumental expectativa que generaron a su alrededor. Desde el final de Sinestro Corps War se sembró la semilla, con los restos del Anti-Monitor viéndose capturados en el interior de una gigantesca batería de poder negra y con miles de anillos negros en busca de anfitriones. Durante el transcurso de los dos años siguientes se fueron desarrollando poco a poco los elementos de esta historia, sobretodo lo de la guerra de la luz entre las diversas facciones del espectro emocional. Finalmente los anillos negros entran en acción, reanimando cadáveres de héroes caídos, villanos fenecidos y amigos y familiares por igual. Al más puro estilo de una película de zombies, estos Linternas Negras atacan a superhéroes y civiles para sacarles el corazón y alimentar la batería de poder, acumulando energías para un fin y un amo misteriosos. Y, como era de esperarse, todo aquel que cae víctima de los redivivos es poseído por otro anillo negro, engrosando las filas enemigas.


La historia principal ocurre en la miniserie titular y en el título de Green Lantern, pero no se limita a estos. Todo comienza con Blackest Night: Tales of the Corps, en donde se nos narran historias de algunos miembros en las filas de los ejércitos combatientes en la guerra de la luz. De este modo nos familiarizamos con los conceptos y algunos protagonistas de la acción venidera. La recopilación también incluye dos números de Adventure Comics, en los que Superboy-Prime se enfrenta a los Linternas Negras cuya muerte ocasionó. Y a Alexander Luthor de Tierra-3 vuelto del más allá. Como siempre con este personaje metaficticio, la historia es más bien fastidiosa como él mismo.


En Green Lantern Corps vemos el ataque de todos los Linternas Verdes (ahora Negras) a la batería de poder, como parte de su plan de devorar los distintos espectros de la luz para sumir al universo nuevamente en oscuridad total. Se revela, al igual que en otros títulos, que quienes revivieron fueron "elegidos" por tener un lazo emocional con aquellos a los que combaten y cuyos corazones, rebosantes de emociones, quieren consumir. También se expone que la forma de derrotar a estas criaturas es mezclando dos distintas formas de la luz, forzando a quienes otrora fueran enemigos a una alianza por la supervivencia mutua.


Además de estas series, también hay varias miniseries revisando el involucramiento de algunos personajes en la saga. Blackest Night: Batman nos muestra al relativamente nuevo portador del manto del murciélago -Dick Grayson-, acompañado de su Robin -Damian Wayne- y el ahora llamado Red Robin -Tim Drake-, luchando contra los cadáveres de los padres de estos huérfanos y varios bati-enemigos muertos a lo largo del tiempo. Deadman los ayuda a encontrar una forma de darles la vuelta. En Blackest Night: Superman, Clark Kent visita a Superboy en Smallville sólo para hacer frente a Superman y Lois Lane de Tierra-2 junto al Psycho-Pirate. Blackest Night: Titans nos muestra el regreso de algunos Teen Titans caídos en batalla, incluyendo a la infame traidora, Terra. Simultáneamente, las nuevas Hawk y Dove se enfrentan al Hawk original, descubriendo que Dove está unida a una luz blanca que repele y destruye a los Linternas Negras.


La miniserie Blackest Night: Flash es protagonizada por Barry Allen, quien apenas está ajustándose al mundo tras haber regresado de la Speed Force (por no decirle muerte) y todavía no sabe bien a bien quiénes están vivos y quienes muertos. Una subtrama nos presenta a los rogues, haciéndole frente a sus propios muertos. Algunas de las historias llegan a ser repetitivas: se nos cuenta quiénes regresan de la muerte, los héroes descubren cómo hacerles frente y desarrollan una forma de destriur a los Black Lanterns. Blackest Night: JSA es un ejemplo de esto. En cambio, Blackest Night: Wonder Woman desarrolla su historia a la par que el evento principal, con la protagonista yendo de combatir a Max Lord a volverse una Black Lantern ella misma, para terminar como una Star Sapphire de reserva. Mi parte favorita es la segunda, en la que vemos la voluntad de Diana Prince sometida a la voracidad del anillo negro.


Pero los muertos no fueron los únicos que regresaron en esta aventura: varios títulos cancelados de DC tuvieron un número más en su continuidad, mostrando cómo ciertos personajes del Universo DC se vieron afectados por esta noche tan oscura. Algunos están más inmiscuidos en la historia principal, como The Atom and Hawkman -en la que Ray Palmer, como miembro de la Tribu Indigo, se enfrenta a su difunta esposa una vez más-, Green Arrow (el cual no es parte de los títulos "resucitados" pero sí un one-shot importante) -donde un Oliver Queen lucha contra el anillo negro que tomó posesión de él, haciendo un uso muy interesante del arte para reflejar la perspectiva de la mente dentro del zombie- y The Phantom Stranger -que nos promete un papel relevante del cuerpo de Deadman en cual nunca se resuelve, habremos de ver si en Brightest Day atan este cabo suelto-.


Otros de estos capítulos sueltos son menos relevantes y padecen de la repetitividad ya mencionada, en particular el de Catwoman. The power of Shazam! nos brinda una historia un tanto diferente, pues el Osiris Linterna Negra es relativamente inmune al influjo de la sortija debido al origen mágico de sus poderes. The Question y Starman continúan historias propias a sus personajes, un tanto oscuras para quienes no estamos familiarizados con ellos. Y Weird Western Tales es más weird que western.


Pero aquí no acaba la cosa, algunos títulos del Universo DC también dedicaron un par de números a reflejar los efectos de esta noche sin luz en las vidas de algunos personajes. Booster Gold se enfrenta a su fallecido amigo Ted Kord -Blue Beetle-, cuya muerte aún resuena y duele. Doom Patrol tiene muchos más muertos que los que vinieron a importunarlos, y la historia se queda muy a medias. Justice League of America tiene a un muy golpeado y reducido equipo haciendo frente como puede a sus antiguos compañeros de la oscura Justice League Detroit, incluyendo un superhéroe chicano (que está mejor muerto). Adicionalmente, quiero agregar que ya no tolero el arte de Mark Bagley: hubo un tiempo en que lo amé (cuando dibujaba Amazing Spider-Man), pero ahora lo detesto. Outsiders continúa la historia de Terra tras su visita a Titans Tower, pero otros muertos acosan al resto de este equipo. Uno de mis títulos favoritos fue R.E.B.E.L.S. Y no es por el manejo particular que se dé al evento, ni por la historia que viene de números previos y que continúa en números posteriores, es simplemente porque está MUY bien escrita, fluida y cautivante de principio a fin aunque uno desconozca a los personajes (y acompañada de buen arte). Uno de los comics "resucitados" fue Suicide Squad, pero no lo mencioné en el párrafo anterior pues su historia continúa en Secret Six. También disfruté enormemente de esta historia con villanos llevando a cabo operaciones sucias. Superman/Batman, a cargo de Scott Kolins, continúa la historia presentada en un preludio en Solomon Grundy, con el eterno zombie regresando como un Black Lantern para importunar a Man-bat y a Bizarro, figuras de por sí trágicas. Por último, Teen Titans nos trae la torcida historia familiar de Deathstroke y Ravager, rayando en lo melodramático pero conservando el buen gusto.


En general, la mayoría de los comics aquí reseñados cuentan buenas historias. Al mostrar a quien orquestó semejante ataque contra la vida como la conocemos, también se explicó de manera bastante convincente cómo es que muchos superhéroes han regresado de la muerte. Resulta que todo era parte de un plan malévolo, y no sólo de los editores para quitarles su dinero a los fanboys. Como resultado tras la conclusión de la serie, se supone que ahora sí ya nadie puede revivir. A ver cuánto les dura la intención, que ya en alguna ocasión Marvel dijo lo mismo y sólo bastó que cambiaran de presidente para regresar a sus políticas antiguas.


Quizás esta reseña no es muy completa: no analizo a detalle las historias ni tampoco abordo a profundidad la labor de los artistas. Pero es difícil hablar de una saga tan larga, con tantos colaboradores, haciéndole justicia a cada uno y sin revelar demasiado de la trama para no arruinar las sorpresas. Espero que más bien les sirva para despertar su interés por al menos parte de las historias que leí, para que puedan dirigir sus lecturas y encaminarlas a lo que llame más su atención.