Esta novela, originalmente publicada en 1952, está compuesta por ocho cuentos que hablan sobre la humanidad, ese perpetuo enigma. Más enigmático aún dado que ha desaparecido y son los perros, herederos del mundo, los que analizan esta literatura intentando descifrar su significado y sin decidirse por si el hombre en realidad existió o es sólo una leyenda.
A diferencia de las Crónicas marcianas de Bradbury, aquí no se resaltan los aspectos negativos de la humanidad. Bueno, no todos. Pero se plantea la cuestión de que los verdaderos problemas de la humanidad no radican en sus defectos sino en sus características intrínsecas: en la imposibilidad de comunicar una idea de manera clara, en sus limitaciones para percibir la realidad, en su orgullo, en sus ganas de ser algo más.
El prólogo y las notas previas a cada cuento son escritas por un perro, que plantea la verosimilitud de cada relato y las distintas posturas al respecto. Los cuentos mismos nos narran la historia de la humanidad a partir de 1999 y avanzan a pasos acelerados hasta diez o doce mil años en el futuro. Ciudad, el relato que da título a la obra, nos habla de la obstinación y la fútil resistencia al cambio. Encierro versa sobre la creciente agorafobia en la humanidad, la cual es evidente ya en nuestra época. En Censo se nos presenta a los mutantes, humanos que han cambiado pero lo que los hace distintos no es su naturaleza biológica sino su indiferencia al resto de la gente; aquí también aparecen los primeros perros parlantes. Deserción es el único cuento que abandona de manera momentánea a la protagónica familia Webster para contarnos sobre un hombre y su perro que deciden dejar de serlo, para ser algo mejor. En Paraíso, no obstante, dicho hombre regresa para compartir sus hallazgos con el resto de la humanidad y un complot por parte de los mutantes logra acabar con la mayoría de la humanidad. Entretenimientos nos presenta a los restos de la humanidad, perdidos en labores insignificantes; en este cuento uno de los Webster se da cuenta de que es mejor dejar al mundo para los perros, sin la influencia del hombre, y asesta un golpe fatal al resto de su especie. Esopo es un ejemplo de que el hombre, por bienintencionado que sea, siempre será una criatura destructiva. Y El modo más simple reitera esa postura.
Tal vez en efecto la humanidad no tenga solución a sus problemas, quizás el mundo sea un lugar mejor sin su presencia. Para terminar esta reseña les dejo esta portada alternativa que me resultó impresionantemente buena, así como el fragmento final del sexto relato:
Y eso no debía ocurrir. Los perros temían que tener su posibilidad. Tenían que vivir tranquilos e intentar el éxito allí sonde el hombre no lo había logrado. Y mientras hubiese un elemento humano, los perros no podían tener éxito. Pues el hombre querría volver a dominarlo todo, estropearía las cosas, se reiría de los duendes que hablaban en el otro cuarto, objetaría que se domase y civilizase a todos los animales.
Normas nuevas, un nuevo modo de pensar y vivir, una nueva aproximación a los problemas sociales. Y no había que manchar todo eso con el pesado aliento del hombre.
Los perros se reunirían en las noches, después del trabajo, y hablarían del hombre. Contarían, una y otra vez, las viejísimas historias y el hombre sería un dios.
Y sería mejor de ese modo.
Pues un dios no puede obrar mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario