lunes, 4 de junio de 2012

El cielo protector


No sé qué es lo que tiene África, pero ejerce una extraña atracción sobre mi. Desde que vi En algún lugar de África (Nirgendwo in Afrika, Caroline Link, Alemania, 2001) me hice de la extraña idea de que debo morir en ese continente. Otras películas, como La princesa Masai (Die Weisse Massai, Hermine Huntgeburth, Alemania, 2005), me fascinaron con detalles de lo radicalmente distintas que son las culturas africanas a la nuestra. Dicho lo anterior, cuando Ana Paula me recomendó este libro no dudé ni por un instante que lo disfrutaría enormemente.

Tres norteamericanos, un matrimonio y un amigo de ellos, deciden viajar por varios poblados de África con el afán de dejar atrás la civilización occidental. Esto ocurre poco después de que la Segunda Guerra Mundial causó estragos en el panorama europeo y en la mentalidad americana. Port, el "líder" del grupo, es un escritor acaudalado que busca huir de su aburrimiento, al tiempo que desea reencontrarse con su esposa -aunque se dedica a ponerse a sí mismo obstáculos para ésto último. Kit, su mujer, es una persona insegura que cree supersticiosamente en presagios esquizoides y es incapaz de tomar control de su propia vida. Tunner, el invitado, es precisamente el obstáculo que Port se pone, ya que se propone seducir a la fémina. En medio de este turbulento panorama, con el desierto y la pobreza como escenario, los tres se embarcan en un viaje que los cambiará de formas distintas.

No tiene caso contarles más de la trama, ya que como las mejores novelas es difícil de resumir ya que abarca mucho. En lugar de eso, compartiré con ustedes mis fragmentos favoritos, en lo que consigo la adaptación filmográfica de Bernardo Bertolucci para poder hacer la comparación.


Esa noche se despertó sollozando. Su ser era un pozo de mil metros de profundidad; subía de las regiones interiores con una sensación de infinita tristeza y de descanso, pero no recordaba ningún sueño, como no fuera la voz sin cara que había susurrado: "El alma es la parte más cansada del cuerpo." La noche era silenciosa, salvo un vientecito que soplaba a través de la higuera y movía los aros de alambre colgados de las ramas. Se rozaban al balancearse, chirriando apenas. Escuchó un rato y se quedó dormido.

Tuvo un estremecimiento súbito de autocompasión casi agradable, tan bien expresaba su estado de ánimo. Era un estremecimiento físico; estaba solo, abandonado, perdido, sin esperanza, con frío. Especialmente con frío, un frío interior, profundo, que nada podía cambiar. Aunque esa glacial ausencia de vida era la base de su infelicidad, se aferraría siempre a ella porque era también el centro mismo de su ser, en torno al cual se había construido.

(Advertencia: la siguiente cita contiene un spoiler, así que si quieren leerla tendrán que seleccionar el texto. De lo contrario, se reservan la sorpresa para cuando lean la novela)

Afuera, la pared a medida que el sol bajaba, se iba poniendo rosada; el rosa llenó la habitación. En todo el tiempo que dedicó al equipaje no había echado una sola mirada al rincón. Ahora se arrodilló y miró la cara de Port de muy cerca, como si nunca la hubiera visto. Rozando apenas la piel, pasó la mano por la frente con infinita delicadeza. Se inclinó y apoyó los labios. Se quedó así un rato. El cuarto se pudo rojo. Suavemente apoyó su mejilla en la almohada y acarició el pelo de Port. No derramó una lágrima; era una despedida silenciosa. Un zumbido de rara intensidad le hizo abrir los ojos. Contempló fascinada dos moscas entregadas a un amor breve y frenético en el labio inferior de Port.

Pero otros días, cuando estaba menos nervioso,se sentaba a contemplar la calma con que los viejos atravesaban lentamente el mercado, y se decía que si la edad le daba tanta dignidad, consideraría que no había perdido su vida. Porque el porte de esos viejos era simplemente la expresión natural del bienestar y la satisfacción interiores, Sin pensarlo demasiado, llegó a la conclusión de que sus existencias habrían valido la pena de ser vividas.

El súbito rugido del motor derrumbó las paredes del cuarto donde estaba acostada. Tenía adelante de los ojos el cielo azul violento, nada más. Durante un tiempo interminable lo miró. Como un ruido todopoderoso,lo destruía todo en su cerebro, la paralizaba. Alguien le había dicho alguna vez que el cielo esconde detrás la noche; que protege al que está debajo del horror de lo que hay arriba. Miraba sin pestañear el sólido vacío y empezó la angustia. En cualquier momento podía producirse el desgarrón, separarse los bordes, abrirse las entrañas de abismo insondable.

2 comentarios:

  1. Qué bueno que volviste al blog. Tere me avisó...
    Si no has leído Disgrace de J.M. Coetzee debes hacerlo, a mi me encanta, pero más bien es Sudáfrica post-apartheid. La relación en mi cabeza, fue que el protagonista en The Sheltering Sky de Bertolucci es John Malkovich, igual que en la adaptación de Disgrace, horrible por cierto...nula justicia al libro, en mi opinión. ja!
    Saludos!!
    Ariadna

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    1. Vi la película de Disgrace y me gustó mucho. Dado lo que dices, correré a conseguir la novela pues supongo la disfrutaré mil veces más.
      ¡Saludos!

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