viernes, 15 de julio de 2011

Crónicas marcianas


Lo dije y lo repito: Bradbury es uno de los mejores escritores que han pisado este planeta (y tal vez también otros).  Este libro es al mismo tiempo una colección de cuentos cortos y una especie de novela compuesta que relata, paso a paso, la paulatina invasión de los terrícolas al planeta Marte, el traslado de todas las cosas malas de la humanidad al nuevo planeta y su paulatino abandono del mismo.

Intercalando cuentos breves con otros más extensos, considerados en una continuidad que inicia en el entonces futuro 1999 y concluye en el aún venidero 2026, es uno de los mejores ejemplos de ficción especulativa. Sí, se siente retro-futurista: no pude evitar imaginar a los colonizadores como vaqueros en el espacio y la tecnología se antoja anticuada, pero muchos otros elementos mantienen vigente esta obra.

Varias expediciones al planeta rojo se ven frustradas por diversos motivos. La primera, por un marido marciano celoso, al cual no puede importarle menos la llegada de seres de otro planeta, simplemente quiere coartar la libertad de su esposa (Ylla). Una segunda expedición termina en locura que se contagia y en la dupla asesinato/suicidio (Los hombres de la Tierra). La siguiente, quizás la más estremecedora, nos lleva a lo que podría ser el más allá para terminar en homicidio, no sin el correspondiente dolor de quien lo lleva a cabo (La tercera expedición). Pero los humanos no nos damos por vencidos, no, señor. Una cuarta expedición es necesaria; en ella, un arqueólogo se da cuenta de que los hombres sólo arruinarán algo hermoso, lo contaminarán y lo desperdiciarán como ya hicieron con su propio planeta, e intenta evitarlo... con esperados y funestos resultados (Aunque siga brillando la luna).

Es entonces cuando comienza la colonización. Gente que viene huyendo de algo o buscando qué sé yo, cada cual llega con su propio motivo y su propio infierno. En La mañana verde, Bradbury se adelanta a muchos y nos habla de un proceso terraformador. Encuentro nocturno juega con la nostalgia, el temor al futuro y las ganas de fiestear tras un día de trabajo (comunes entre terrícolas y marcianos, al parecer). Los músicos son unos niños que juegan entre cadáveres alienígenas que cayeron víctimas de las enfermedades comunes a nosotros. Mientras tanto, Un camino a través del aire nos muestra que el racismo sigue siendo el pan de cada día.

Usher II, quizás mi relato favorito del libro, hace un sentido homenaje a varias obras de Edgar Allan Poe al tiempo que, acercándose al horror, nos hace cuestionar a las fuerzas moralizadoras de la humanidad. También tenemos El marciano, donde uno de los pocos sobrevivientes de la especie nativa intenta sobrevivir, sólo para verse destrozado por los deseos y las dependencias insignificantes de los hombres.

De repente, cuando el año 2005 se acerca a su fin, las noticias de la Tierra son inquietantes. Hay rumores de que la Gran Guerra, ahora sí la "buena," está por desatarse. Y las consecuencias se dejan sentir en Marte: en Fuera de temporada, uno de los miembros de la expedición final es el orgulloso dueño del primer puesto de hot dogs en Marte, pero su xenofobia lo lleva a cometer crímenes contra inocentes que sólo se condolían por él. Súbitamente, todos empacan y parten de regreso a donde están sus raíces, sus familiares, dejando atrás Los pueblos silenciosos, en los que un hombre se da cuenta de que estar solo no necesariamente es tan malo.

En Los largos años, más personajes de la expedición triunfadora regresan para dar testimonio de lo que un hombre puede hacer para conservar la cordura, a pesar de engañarse a sí mismo. Vendrán lluvias suaves es el relato sobre la "muerte" de una casa automática, en la que lo único que quedó tras el paso de la humanidad es la repercusión de la rutina, las aspiraciones a una buena vida, ultimadamente carente de sentido. Para terminar, El picnic de un millón de años nos propone una solución: para poder escapar de manera definitiva a los problemas de la humanidad, debemos dejar de ser humanos.

Leyendo las líneas que cierran el libro, con la piel erizada y los ojos húmedos, llegué a la conclusión (que ya desde hace mucho sospechaba) de que quiero dejar de ser humano y convertirme en algo más, con suerte algo mejor.

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