jueves, 29 de septiembre de 2011

No temas a la oscuridad (ayer y hoy)

(John Newland, Estados Unidos, 1973/Troy Nixey, Estados Unidos, 2011)

El pasado domingo, los miembros de la Neurobunch nos reunimos para hacer nuestro propio programa doble de cine: vimos la versión original de esta película en DVD para después ir al cine a ver el remake. Como todos somos seguidores acérrimos de todo lo que haga Guillermo del Toro (sí, todos), queríamos ver la versión de los 70 para saber qué llevó a Memo a coescribir y producir la nueva.

Este gato de los créditos iniciales ni siquiera viene al caso...

La primera película ya tiene status de culto y no es por nada: cuenta la historia de una mujer que se muda con su marido a la antigua casa de sus abuelos, donde inadvertida e imprudentemente libera unas presencias malignas que no descansarán hasta acabar con ella. No obstante, tiene sus fallas. Las criaturas no pasan de ser una amenaza menor y demasiado contenida, además de ser sólo tres. Una vez que aparecen a cuadro se pierde el encanto, la verdad no han envejecido nada bien. Incluso hay graves errores de producción, con escenas de noche filmadas a plena luz del sol. Interesante como curiosidad, pero definitivamente no tan memorable como era de esperarse.

Como que tres monstuitos no daban tanto miedo... ¿qué tal cientos de ellos?

En cambio, el remake... Es un claro ejemplo de por qué se deben hacer remakes y cómo. Respeta profundamente todos los elementos del material fuente sin necesidad de copiarlos cuadro por cuadro. Y más allá de solamente acercarla a nuevas generaciones, corrige y aumenta la historia, dándole más cuerpo, más "carnita." Se explican y justifican a la perfección los aparentes huecos narrativos. Se rinde homenaje explícito a Arthur Machen, así como otros de manera velada a otros muchos autores de la literatura de horror: Algernon Blackwood, H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe y Peter Straub.

Y también el aspecto de las "hadas" es más temible ahora.

Las criaturas se vuelven una amenaza real, tanto en número como en peligrosidad. Además, se les inscribe firmemente dentro de la corriente en la cual las hadas son auténticos monstruos y no los seres inofensivos en los cuales se han convertido dentro del imaginario colectivo, al igual que en la obra de Neil Gaiman y en otra obra de del Toro, El laberinto del fauno (México-España, 2006). Hablando de Gaiman, varios elementos me recordaron a Coraline: la casa "nueva" con la "puerta" misteriosa, la niña que debe valerse por sí misma al enfrentar la oscuridad fantástica.

La misteriosa puerta tras la cual acecha el horror.

Entre las adiciones, se decidió de manera bastante acertada hacer a la protagonista una niña, cambiando la "obstinación femenina" que desencadena el problema en la original (mostrada bajo una luz un tanto misógina) por una auténtica curiosidad infantil que responde a necesidades afectivas. Para actualizar la trama no hace falta poner elementos sórdidos o extremos, basta con introducir una familia dividida, una búsqueda profesional comprensible y las dificultades de criar niños hoy en día, en particular si son ajenos.

Katie Holmes, engalanando la pantalla.

Gran tensión -dramática y hasta física-, buenos sustos que hasta lo hacen brincar a uno, un gran guión -se nota la mano de Memo en el mismo-, buenos efectos visuales y actuaciones sólidas hacen de esta cinta quizás una de las mejores del año, indispensable verla.

Si fueras yo

(David Dobkin, Estados Unidos, 2011)

¿Quieren una razón para ver esta película? ¿Qué les parece esta?


¿Todavía no están convencidos? Ok, entonces qué tal esta razón:


Bueno, por si aún lo están pensando, la razón definitiva: Olivia Wilde en lencería (lo siento, no encontré imágenes en internet de eso). Esas son las únicas razones para ver este filme que, más allá de la presencia de tan núbil mujer, no pasa de ser una película con un guión poco imaginativo revisitando una idea trillada sin aportarle gran cosa. Podríamos decir que es una bromantic comedy (burdamente traducido como "comedia romántica de cuates, o carnales), entretiene, no es tan vulgar como podría ser, hace reír un poco y hasta ahí. Un par de amigos intercambian lugares y cuerpos por medio de pseudomagia mal planteada e irrelevante, lo cual lleva a situaciones desesperantes y luego curiosas, les hace ver su realidad desde otra perspectiva y valorarla. Ya todos nos sabemos esa historia. Sólo véanla si de plano no hay nada más que hacer.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Fright Night (versión 2011)

(Craig Gillespie, Estados Unidos, 2011)

Tal vez hoy en día poca gente lo sepa, pero este filme es un remake del clásico de 1985 escrito y dirigido por Tom Holland. La película original es una comedia divertidísima que, si bien maneja la historia con muchas carcajadas, no es una parodia ni carece de peligros auténticos para los personajes (muy como lo que hicieron Simon Pegg y Edgar Wright en 2004 con Shaun of the Dead, que se toma muy en serio la trama y los elementos característicos del mito que revisa pero de una forma ligera e hilarante). En esta nueva versión dejan de lado la comedia. Hay algunos momentos graciosos y de vez en cuando nos hace reír, pero definitivamente se sale del género y se inscribe más bien en los anales del suspenso y el horror, con bastante sangre y gore de por medio.


La premisa básica es la misma: Charlie es un joven preparatoriano que descubre que su vecino es un vampiro e intenta detener sus depredaciones. Tiene un amigo (Ed, o Evil) y una núbil (Amy), también está su madre y Peter Vincent, un personaje de la farándula (en la original es un anfitrión de un show televisivo con películas tipo Vincent Price, en el remake un mago de Las Vegas estilo Criss Angel). Y claro, el nefasto chupasangre: Jerry. El único personaje que me gustó cómo retrabajaron es Vincent, al cual le dan una dimensión de humanidad y profundidad menos resonante en la original. Pero el resto de los personajes reciben giros no muy favorecedores. El mismo Jerry pierde todo el glamour y la elegancia para verse convertido en una bestia irrefrenable.


Las primeras dos partes de la cinta son bastante aburridas, se trata sólo de una película de vampiros más. Toma elementos de The Lost Boys (Joel Schumacher, Estados Unidos, 1987) y de 30 Days of Night (David Slade, Estados Unidos, 2007), incluso un elemento visual que me recordó a Jennifer's Body (Karyn Kusama, Estados Unidos, 2009), pero carece de identidad propia. Agrega un par de giros al mito del vampíro -sobre lo de la "invitación"- pero nada espectacular. Tiene más violencia y tensión -la cual llega a ser física- y algunas buenas secuencias, pero hasta ahí.


No obstante, el tercer acto hace que valga la pena. El desarrollo previamente mencionado de Peter Vincent, la estrategia inventiva para derrotar al monstruo y la pelea en la guarida del mismo levantan de buena manera una obra que parecía no poder alcanzar ningún nivel de relevancia. Aunque a la hora de la resolución, el dilema de "¿lo harán o no?" entre Charlie y su novia -sacado directito de la original- carece de sentido en nuestra época. Me sigo quedando con la original.

La oportunidad de mi vida

(Nicolas Cuche, Francia-Bélgica, 2010)

Como parte del 15° Tour de Cine Francés, sólo pude ver esta película. La verdad no me interesaba mucho ver ninguna en particular, sólo fui por acompañar a mi madre y a mi hermana. (Bueno, la que sí me interesaba no la pude ver, se me escapó.) No tengo mucho que decir al respecto. Es una comedia romántica que, por fortuna, logra salirse de la mayoría de las fórmulas o clichés del subgénero, pero no del todo.


Julien es un hombre no muy carismático ni apuesto quien, debido a su largo historial de fracasos románticos, está convencido de que le trae mala suerte a las mujeres que deciden amarlo. Irónicamente, es muy exitoso como consejero matrimonial y ha salvado a muchas parejas del divorcio, empezando por sus padres cuando era todavía un pequeñuelo. En la boda de uno de sus logros profesionales conoce a Johanna, mujer excepcional que, para variar, está casada y es inalcanzable. De manera previsible, terminan involucrándose y la historia avanza por diversos caminos, algunos de sobra conocidos y otros menos familiares.


Entre sus fallas se encuentra el hecho de que no se decide en irse por el lado "mágico" o el realista y la indefinición afecta al filme. También se agregan algunas secuencias que, por muy bien logradas que estén, no aportan nada. Y en más de una ocasión recurre al humor más vil y poco imaginativo: el escatológico/sexual. También el ritmo es inconstante, pero en este caso no es una falta mayor pues le ayuda a librar el giro tradicional de la comedia romántica (toda la secuencia de ella-está-molesta-y-él-corre-y-se reencuentra-con-ella-y-se-besan-y-se-abrazan-y-se-reconcilian-y-fin). El planteaminento sobre la naturaleza de las relaciones es a la vez interesante e inteligente pero, de cualquier forma, no la recomiendo. Mas que por la núbil. Y ni está tan núbil, es más bien rara.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Cowboys & Aliens

(Fred Van Lente, Andrew Foley & Luciano Lima, Platinum Studios / Jon Favreau, Estados Unidos, 2011)

No hay ni a cual irle: la película es mala, el comic es aún peor. Platinum Studios se ha creado la mala fama de crear comics con el único propósito de vender los derechos para adaptar sus historias a otros medios. Dicho sea de paso, les importa un reverendo pepino la calidad de sus obras con tal de que puedan sacar dinero de ellas.

Las nocivas luces en el cielo.

Lo único que tienen en común la "novela gráfica" y el filme es el título. Vamos, ni siquiera los nombres de los personajes son los mismos. Y debería llamarse Cowboys & Aliens & Indians, de tan absurda y ridícula que es. Sólo faltó que le agregaran zombies y ninjas.

Las naves espaciales.

La "versión" impresa está basada en una idea de Scott Mitchell Rosenberg, fundador de la infame editorial y creador de conceptos tales como Men in Black. La premisa no es del todo mala, se plantea a los alienígenas como conquistadores que sienten tener el derecho de imponer su cultura sobre especies menos desarrolladas tal y como los colonizadores hicieron en América, África y otras partes del mundo. Pero más allá de un mañoso y breve prólogo ilustrado competentemente por Dennis Calero no se desarrolla esta noción.

La persecución obligada.

El resto de las páginas está ocupado por un arte mediocre a cargo de Luciano Lima y una historia a medias con personajes trillados sin desarrollo alguno. Los vaqueros se defienden de los temibles y salvajes pieles rojas cuando cae una nave del cielo. Los extraterrestres (con un aspecto nada imaginativo) deciden apoderarse del planeta así sin más pero algunos terrestres se apoderan de artefactos que les ayudan a defenderse. Uniendo fuerzas, apaches y vaqueros (con ayuda de una esclava de otro planeta) derrotan a los malosos. Fin. En la última página intentan darle un giro que a nadie podría importarle después de haber sufrido de las primeras noventa y nueve páginas.

Los mentados aliens.

La película mejora un poquito las cosas, pero no mucho. En un típico déjà vu de cualquier western, hay un forajido buscado por la ley, un magnate que posee al pueblo y de paso lo aterroriza, y mucha mala voluntad entre todos. No falta el padrecito rudo y el cantinero bienintencionado. En medio de todo eso, luces en el cielo interrumpen la discordia para robar gente. Las criaturas celestiales -o quizá infernales- y sus vehículos resultan ser impenetrables para la artillería terrícola. Los humanos siguen el rastro de los monstruos para recuperar a los suyos y en el camino se encuentran a los indios, los cuales aceptan unírseles. A la mera hora resulta que, inexplicablemente, los "villanos" no son tan invulnerables como parecía. Ah, y vienen a la tierra buscando oro, háganme ustedes el favor.

Los personajes femeninos.

Los dos personajes femeninos del comic -una vaquerita y la "espía" alienígena- se fusionan en uno solo, interpretado por Olivia Wilde (cuyos hermosos ojos constituyen la única razón de peso para ver esta cinta). El guión se esfuerza por intentar dar unos giros a la trama antes del final (aunque yo siempre sospeché que Ella era de otro planeta), algunas cosas que no se ven venir y que evitan la complacencia descarada de la historieta (donde el vaquero se enamora de la marcianita y el apache de la pelirroja). De cualquier forma, la trama tiene huecos que de ninguna manera se pueden justificar. Y ultimadamente, no se trata de un buen western, ni de una buena película de extraterrestres, ni de Ciencia Ficción inteligente, ni de un producto de calidad satisfactoria. Entretiene a medias, a ratos aburre, no aguanta ningún tipo de análisis, pero sigue siendo preferible a su supuesta inspiración en papel y tinta.

Lo único bueno de la película: los ojazos de esta mujer.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El vino del estío


En definitiva, Bradbury es ahora uno de mis autores favoritos. Este libro, publicado en 1957, es simple y sencillamente mágico. Por varios motivos. Para empezar, es sobre la magia de la infancia, sobre esa etapa en que todo está cubierto por un hálito de misterio y descubrimiento, cuando todo es posible y maravilloso. También habla sobre la magia en la que creen los niños, cuya imaginación otorga verdad a las supersticiones, a lo fantástico. Además, de alguna forma -seguramente no planeada- también aborda el tema de la magia verdadera, la que está al alcance de cada uno de nosotros: esa magia que consiste en rituales, en crear la realidad día a día, colectiva o individualmente. Por último, y tal vez de mayor importancia, está la magia del autor, quien es creador y re-creador de su mundo ficticio y sus memorias respectivamente, y de este modo también altera su realidad.

La novela da inicio con Douglas Spaulding, de doce años, en el amanecer del primer día del verano de 1928. Por medio de un rito hace que su pueblo cobre vida, ordenándoles levantarse y proceder a sus correspondientes actividades. A su vez, el final cierra cíclicamente con Doug mandando a todo mundo a dormir cuando la estación termina, dictando su final definitivo. Pero durante esos tres meses muchas cosas pasan: se da cuenta, cabalmente, de que está vivo y, por ende, de que algún día habrá de morir; se ve confrontado al temor a la muerte, a la pérdida de amigos, familiares y conocidos, a la decepción del mundo y la tecnología, al desamor ajeno; pero también aprende sobre el valor de las cosas pequeñas, lo interminable de lo cíclico, la existencia infinita de la vida a través de la memoria y el heroísmo. Ultimadamente, decide seguir viviendo, pero aceptando los aspectos negativos también.

Como otras de sus obras, este libro está compuesto por varios  relatos que se entrelazan en una narrativa mayor. La novela abunda con descripciones hermosas, añoranza por el pasado y un ligero desprecio a la modernidad, reivindicando el valor de las tradiciones sin  negar el progreso. A pesar de ser ligeramente autobiográfica, no está exenta de tener tintes fantásticos y hasta de horror, con todo y un asesino serial y un temor sobrenatural a la muerte.

Para celebrar que esta es mi reseña número doscientos, ahora compartiré con ustedes una cantidad de fragmentos mucho mayor que lo acostumbrado. Espero lo disfruten. Los comentarios entre paréntesis son míos, para darles una idea del contexto.

(Una mañana, Doug, su padre y su hermano Tom salen a cosechar fresas. Douglas despertó presintiendo que ese día ocurriría algo importante y, tras una breve pelea amistosa con su hermano, tumbado en el piso, tiene una revelación:)

     El mundo, como el iris gigante de un mundo aún más gigantesco, que también acababa de abrirse, agrandándose para abarcarlo todo, le devolvía la mirada. Douglas supo que había saltado sobre él y ya no se iría.
     Estoy vivo, pensó.
     Le temblaron los dedos, brillantes de sangre, como los jirones de una extraña bandera, recién encontrada y nunca vista, y se preguntó a qué país debería agradecer el homenaje. Reteniendo a Tom, pero sin saber que estaba allí, se tocó esa sangre como si pudiera pelarla, sostenerla, darla vuelta. Luego soltó a Tom u se acostó de espaldas con la mano en alto, y en su cabeza los ojos miraron como centinelas por las troneras de un raro castillo a lo largo de un puente, su brazo, los dedos donde el brillante penacho de sangre temblaba a la luz.
     -¿Estás bien, Douglas? -preguntó Tom.
     La voz venía de un pozo de moho verde, de algún lugar sumergido, secreto, alejado.
     La hierba murmuraba bajo el cuerpo de Douglas. Bajó el brazo, con su vaina de pelusa, y sintió, muy lejos, allá, los dedos que crujían en los zapatos. El viento suspiró en los caracoles de las orejas. El mundo se deslizó brillantemente por la superficie vidriosa de los ojos, como imágenes centelleantes en una esfera de cristal. Las flores eran de sol y encendidos puntos celestes, esparcidas por el bosque. Los pájaros aleteaban como piedras que golpeasen la superficie del vasto e invertido estanque del cielo. El aire pasaba con violencia entre los dientes, entrando como hielo, saliendo como llamas. Los insectos conmovían el aire con una claridad eléctrica. Diez mil cabellos crecieron un millonésimo de centímetro en la cabeza de Douglas. Oyó los corazones gemelos que le golpeaban los oídos, el tercer corazón que le golpeaba la garganta, los dos corazones que latían en las muñecas, el corazón real en el pecho. La piel se le abrió en un millón de poros.
     ¡Estoy realmente vivo!, pensó. ¡Nunca lo supe, y si lo supe no recuerdo!

(Como Douglas no regresa a casa y ya es de noche, Tom y su madre salen a buscarlo. Se detienen a la orilla de la siniestra cañada:)

     Aquí y ahora, abajo, en aquel pozo de salvaje negrura había algo que Tom nunca conocería o entendería. Criaturas anónimas que vivían a la sombra de los árboles, en el olor de la podredumbre.
     Y él y su madre estaban solos.
     La mano de su madre tembló.
     Tom sintió el temblor... ¿Por qué? Ella era más grande, más fuerte, más inteligente que él, ¿no? ¿Sentía ella, también, aquella amenaza intangible, aquello que asomaba en la sombra, aquella malignidad agazapada? Entonces, ¿no traían fuerzas los años? ¿No había un refugio seguro en la vida? ¿No había ciudadela carnal capaz de resistir los confusos asaltos de las medianoches? Las dudas asaltaron a Tom. Sintió otra vez el helado en la garganta, el estómago, la espalda y los miembros. Se sintió de pronto tan frío como un viento escapado del mes de diciembre.
     Comprendió que todos los hombres eran así, que todos eran seres únicos y solitarios. Una unidad, una unidad entre otros, siempre con miedo. Como aquí, ahora. ¿Si gritara, si aullara pidiendo auxilio, importaría realmente?
     La negrura podía alcanzarlos rápidamente, una negrura devoradora. En un titánico y helado momento todo habría terminado. Mucho antes del alba, mucho antes que la policía sondeara con sus linternas el oscuro y perturbado sendero, mucho antes que los hombres de mentes temblorosas pudieran arrojar una piedra. Aunque estuvieran a menos de quinientos metros, y pudiera contar realmente con ellos, en tres segundos una oscura marea se alzaría para arrancarle diez años y...
     El impacto esencial de la soledad de la vida sacudió el cuerpo de Tom. Mamá estaba sola, también. Ella no contaba con la santidad del matrimonio, la protección del amor familiar, la Constitución de Estados Unidos o la policía del pueblo. No contaba con nada, en ese instante, sino con su propio corazón. Y allí nada encontraría, sólo una repugnancia indomable, y miedo. En ese instante su problema era un problema individual. Debía aceptar su soledad, y aceptarla además como punto de partida.

(Leo Auffman, un hombre del pueblo, se obsesiona creando una Máquina de la Felicidad y descuida a su familia al hacerlo. Su esposa, quien amenaza dejarlo, cede a la petición de su marido y usa la máquina antes de tomar su decisión. Tras utilizarla, es embargada por una gran tristeza:)

     -Leo, cometiste un error. Olvidaste que en algún momento, algún día, uno tendría que salir de aquí e ir a lavar platos y hacer camas. Cuando estás adentro, sí, la puesta de sol parece ser eterna, el aire huele bien, la temperatura es agradable. Todo lo que quieres que dure, dura. Pero afuera, los chicos esperan el almuerzo, las ropas necesitan botones. Y seamos francos, Leo. ¿Cuánto tiempo puedes mirar una puesta de sol? ¿Quién quiere que una puesta de sol no acabe nunca? ¿Quién desea una temperatura perfecta? ¿Quién desea que el aire huela siempre bien? Al cabo de un tiempo, ¿quién lo notará? Si la puesta de sol dura un minuto o dos, mejor. Luego, pasemos a otra cosa. La gente es así, Leo. ¿Cómo has podido olvidarlo?

(Tras enterarse de que su mejor amigo se muda a otro estado, Doug se siente desamparado. Va con su hermano y le dice:)

-Tom -dijo Douglas-, prométeme algo, ¿sí?
     -Prometido, ¿qué es?
     -Eres mi hermano y te odio a veces, pero no te separes de mí, ¿eh?
     -¿Me dejarás entonces que ande contigo y los mayores?
     -Bueno... sí.... aun eso. Quiero decirte que no desaparezcas, ¿eh? No dejes que te atropelle un coche y no te caigas en algún precipicio.
     -¡Claro que no! ¿Por quién me tomas?
     -Y si ocurre lo peor, y los dos llegamos a ser realmente viejos, de cuarenta o cuarenta y cinco años, podemos comprar una mina de oro en el Oeste, y quedarnos allí, y fumar y tener barba.
     -¡Tener barba, Dios!
     -Como te digo. No te separes y que no te pase nada.
     -Confía en mí.
     -No me preocupas tú -dijo Douglas-, sino el modo como Dios gobierna el mundo.
     Tom pensó un momento.
     -Bueno, Doug -dijo-, hace lo que puede.

(Bill Forrester, un periodista de treinta y un años, conoce a la señorita Loomis, de noventa y cinco. Un extraño romance surge entre ellos:)

     -¿Cree entonces que yo era bonita?
     Bill asintió de buen humor.
     -Pero ¿cómo puede saberse? -preguntó la mujer-. Cuando uno se encuentra con el dragón que se ha comido al cisne, ¿se guía uno por las pocas plumas que han quedado en las fauces? Un cuerpo como este es un dragón, todo escamas y pliegues. Así que el dragón se comió al cisne blanco. No lo veo desde hace mucho. Ni siquiera recuerdo cómo era. Pero está ahí, a salvo, adentro, todavía vivo. El cisne esencial no ha cambiado una pluma. ¿Sabe usted ?; algunas mañanas de primavera y otoño salgo a caminar y pienso: ¡correré por la hierba, me internaré en el bosque, y comeré moras! ¡O nadaré en el lago, o bailaré hasta el alba! Y en seguida descubro, con furia, que soy este viejo y arruinado dragón. Soy la princesa de la torre, que aún espera al príncipe.

(Bill le cuenta a la señorita Loomis que alguna vez vio una foto de ella a los veinte años y quedó prendado. Describe la imagen en la foto:)

     Era el rostro de la primavera, era el rostro del verano, era la calidez del trébol. Las granadas le brillaban en los labios y el cielo lunar en los ojos. Tocar aquel rostro sería como esa experiencia siempre nueva de abrir la ventana una mañana de diciembre, temprano y sacar la mano a la nieve blanca y fría que había caído en silencio, sin anunciarse, de noche. Y la frescura y la ternura del rostro estaban ahí para siempre, por un milagro de la química fotográfica, y los vientos del tiempo no podrían cambiar ni una hora ni un segundo. Esa primera y fresca nieve blanca, nunca se fundiría, en mil veranos.

(Conversación entre los hermanos Spaulding tras la muerte de la señorita Loomis:)

     -Tom, dime la verdad.
     -¿Qué verdad?
     -¿Qué ha ocurrido con los finales felices?
     -Puedes verlos en el cine, los sábados a la tarde.
     -Sí, pero ¿y en la vida real?
     -Sólo sé decirte que cuando me acuesto de noche me siento muy bien. Es el final feliz del día. A la mañana siguiente me levanto y quizá las cosas anden mal. Pero me basta recordar que esa noche me iré a la cama, y que estar acostado un rato arregla las cosas.
     -Hablo del señor Forrester y la señorita Loomis.
     -Nada podemos hacer. Ella ha muerto.
     -¡Ya sé! Pero ¿no te parece que alguien se equivocó en este asunto?
     -¿Te refieres a que él pensaba que ella tenía la edad del retrato, y ella un trillón de años? No, señor, pienso que fue magnífico.
     -¿Magnífico?
     -Los últimos días cuando el señor Forrester me contó un poco una vez y otro poco otra, y yo al fin junté los pedazos, lloré mucho. No sé por qué. Yo no hubiese cambiado nada. Si no, ¿de qué hablaríamos? Además, me gusta llorar. Luego de llorar es como si fuera otra vez la mañana, y empezara el día.
     -Te oí.
     -No admites que a ti también te gusta llorar. Lloras un tiempo y todo está bien. Y ahí tienes el final feliz. Y estás listo para salir otra vez y andar con los muchachos. ¡Todo empieza de nuevo! En cualquier momento el señor Forrester pensará un poco y verá que es la única salida, y entonces llorará, y luego mirará alrededor y verá que es otra vez la mañana, aunque sean las cinco de la tarde.
     -No me parece un final feliz.
     -Un buen sueño o diez minutos de lágrimas o un poco de helado de chocolate, o todo junto es la mejor medicina, Doug. Te lo dice el doctor Tom Spaulding.

(La bisabuela se encuentra en su lecho de muerte:)

     Hace muchos años, pensó, tuve un sueño y disfrutaba de él realmente cuando alguien me despertó. Ese día nací. ¿Y ahora? Ahora, veamos... Lanzó su mente hacia atrás. ¿Dónde estaba? Noventa años... ¿Cómo tomar el hilo de aquel sueño perdido? Extendió una manita. Allí... Sí, eso era. Sonrió. Volvió la cabeza sobre la almohada hundiéndose más en la cálida duna de nieve. Así era mejor. Ahora, sí, ahora veía cómo el sueño se formaba poco a poco en la mente, con la serenidad de un mar que se mueve a lo largo de una costa interminable y siempre  fresca. Dejó ahora que el viejo sueño la rozara y la levantara de la nieve, y la hiciese flotar sobre la cama ya apenas recordada.

(Jonas, el trapero, visita a Douglas mientras está enfermo e inconsciente. Le dice:)

     -Algunas personas se vuelven tristes cuando son aún terriblemente jóvenes. Sin motivo especial,parece. Casi como si hubiesen nacido así. Se lastiman más fácilmente, se cansan más pronto, lloran más, y recuerdan más. Y, como digo, se vuelven tristes antes que nadie en el mundo. Lo sé, pues soy uno de ellos.

Si les gustaron estos fragmentos, no duden en leer el libro completo. Vale muchísimo la pena.

Miss Bala

(Gerardo Naranjo, México, 2011)

Gerardo Naranjo es muy bueno retratando la realidad social de nuestro país. En Drama/Mex (México, 2006) nos muestra a la juventud del Acapulco contemporáneo; los personajes son detestables, pero realistas y humanos. No he visto Voy a explotar (México, 2008), pero tengo entendido que es bastante buena al presentar a adolescentes confundidos -y pretendo verla pronto-. En este, su más reciente largo, le toca el turno a la realidad mexicana contemporánea: el narco.


Laura Zúñiga era una chica normal. Bueno, quizá más guapa que la norma, pero era una joven sencilla, estudiosa, de familia, vamos. Decidió participar en concursos de belleza y ganó varios certámenes importantes. Pero su temporada en la cima fue breve: en diciembre de 2008 fue arrestada junto con otros siete individuos en posesión de armas y muchos dólares. No, no me equivoqué de apellido ni de historia, sólo estoy citando la historia real en la cual se basa ligeramente la película.

La mirada de este tipo es auténticamente maligna...

La Laura ficticia se apellida Guerrero y quiere participar por primera vez en Miss Baja; es ingenua e idealista, trabajadora y cariñosa con su hermanito. Pero todo se va al diablo cuando el narco se involucra. Envuelta en situaciones más allá de su control, pasa de ser simple testigo a pieza sometida por ambos bandos en la "guerra" a cómplice reticente impulsada por el temor y la necesidad de proteger a otros, para por último convertirse en víctima resignada de su propia impotencia.


Más de una vez intenta hacer lo que considera correcto, seguir sus valores, pero siempre aprende la misma lección de la manera difícil: una vez que el crimen organizado llegó a tu vida, le perteneces en cuerpo y alma, quieras o no. No es sino hasta que te entregas voluntariamente cuando crees que nada puede empeorar... pero aún quedan sorpresas desagradables en espera.


La secuencia final hace uso de escenas muy similares a las vistas en los medios cuando se dio el arresto de Laura Zúñiga en 2008, creando una resonancia y un sentido de realismo implacables. Además, la trama hace un sutil comentario sobre la cultura que engrandece la belleza femenina a un aspecto sobredimensionado que puede ser fácilmente manipulado, comprado y traficado como otros bienes, se puede utilizar como un arma, un instrumento de poder y de sometimiento.


La violencia utilizada en el filme no es nunca explotativa, sino brutal y franca. La constante tensión a la cual es sometida el personaje principal es un claro reflejo del ambiente que se vive en ciertas partes de nuestro país hoy en día. Por lo general no me gustan las historias sobre el tema, siento que a veces se aprovechan de la relevancia del mismo para escandalizar, pero en este caso me parece que el resultado nos hace reflexionar de la manera dura (como debe ser con el arte) sobre un tema ineludible y la propensión que tienen los inocentes a pagar por los auténticos culpables. Todo es un circo, un espectáculo montado y planeado y a nosotros sólo nos queda especular y esperar que nunca estemos en medio.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Green Lantern y GL Corps (parte 5)


Y cada vez está más cerca La Noche Más Oscura... De hecho, ya me toca leerla y reseñarla en mi siguiente publicación, pero de momento es el turno de lo que viene justo antes. Mientras en GL Corps se dedicaron a revisar las consecuencias de la Sinestro Corps War, el título de Green Lantern presentó Secret Origin, historia en siete partes que nos plantea, a través de un retcon, el origen de Hal Jordan como Linterna Verde y su (ahora) primer combate usando el uniforme. Resulta un poco repetitivo, pues varios de los elementos tanto de la vida personal de Jordan como de sus inicios como miembro de las Corps ya se han revisado constantemente en números anteriores, pasando también por su primer encuentro con Sinestro. No obstante, resulta interesante ver cómo meten el origen de la venidera Blackest Night y exitosamente lo entrelazan con las primeras aventuras de Hal Jordan. Geoff Johns juega con los cánones de la continuidad oficial y sale victorioso, usando elementos creados por muchos escritores previos a él, incluyendo nada menos que a Alan Moore. Por su parte, el dibujante Ivan Reis va refinando su estilo, apegándose cada vez más al realismo "limpio" de Alan Davis (o de Bryan Hitch pero con menos sombras).


La historia continúa en Rage of the Red Lanterns, la cual da inicio con un one-shot que supuestamente forma parte de Final Crisis, pero sólo por algunos eventos mencionados tangencialmente. Aquí Atricitus, uno de los cinco sobrevivientes de la masacre del sector 666 convertidos en terroristas y crucificados para el resto de la eternidad en el planeta Ysmault, logra liberarse y crear su propia batería de poder, basada en la luz roja del espectro emocional que simboliza a la ira. Ya desde antes se nos había dado indicios, pero aquí vemos a su ejército de coléricos incontrolables (incluyendo a mi favorito, Dex-Starr, un tierno gato azul enfurecido) atacando a Linternas Verdes y "Sinestros" por igual en una emboscada a la emboscada para liberar al líder de los portadores de anillos amarillos. Para complicar más las cosas, aparecen los primeros Linternas Azules de Ganthet. Jordan, con tantos anillos, ya no sabe ni de qué color es.


Ya como preludio oficial al mega-evento tan esperado, tenemos Green Lantern Corps: Emerald Eclipse. Se nos revelan lazos familiares inesperados, romances prohibidos y conspiraciones sediciosas, así como también se insinúa traición dentro de los Guardianes del Universo. Mis quejas al señor Peter J. Tomasi: ¿Es prudente dar poderes del nivel de Superman a un planeta completo de xenófobos e intolerantes? Y también, al final de Rage..., creí que Sinestro pensaba atacar a Mongul Jr, ¿por qué el cambio de planes? Pónganse de acuerdo, señores (o que los editores hagan su trabajo). Pat Gleason sigue definiendo su "voz" artística, ahora la mayoría de las caras son reconocibles, no sólo la de Guy Gardner. Ah, claro, un gran acierto en general de este título fue el haber presentado a un elenco nutrido y conservarlo durante varios números, así se pueden dar el lujo de matar a uno que otro personaje que no es de los "grandes" sin que carezca de resonancia emocional, como en el sacrificio aquí presentado.


Para terminar esta reseña, Green Lantern: Agent Orange. Uno de los dos últimos colores que nos faltaba por conocer, el naranja de la avaricia es custodiado por Larfleeze, una especie de cerdo tacaño que se apodera de identidades, tiene un ejército de fantasmas y quiere todo lo que no es suyo. Johns continúa elaborando su mitología, hasta cierto punto reminiscente a la que Neil Gaiman hizo en Sandman (con sus claras diferencias, obvio) presentando siete aspectos que tendrán poder mientras haya seres vivos que los lleven a la práctica. El cambio de dibujante por Philip Tan no me gustó mucho pues, para empezar, sus versiones de ciertos personajes (en particular Stel) son muy diferentes y los hace irreconocibles, echando a perder la congruencia gráfica que había reinado hasta el momento entre los diversos artistas. Además, su estilo "sucio" e hiperrealista no me gusta en lo particular, me recuerda a ratos a Whilce Portacio y Rob Liefeld (al último de los cuales odio reclacitrantemente). Aunque a veces quiere ponerse todo Alex-Ross-iano y tampoco le queda. Pero es mi apreciación personal.

Mi Red Lantern favorito, Dex-Starr. No lo hagan enojar.

La caída


Esta novela de Albert Camus, su tercera y última en ser publicada completa mientras el áun vivía, vio la luz por primera vez en 1956. Con un narrador en primera persona que se dirige todo el tiempo a un interlocutor -el lector-, nos cuenta la historia de un "juez penitente" expatriado de París que reside en Amsterdam. El protagonista se muestra a sí mismo desde un principio como un hombre agradable, quizá demasiado agradable, y siempre dispuesto a ayudar a su prójimo (se ofrece a fungir como intérprete entre el cantinero y un compatriota parisiense en el Mexico-City, un bar holandés de mala muerte. Una vez en nuestra mesa, compartiendo un trago con nosotros, nos cuenta su historia.

Comienza con su práctica del Derecho, defendiendo siempre a quienes aparentemente más lo necesitan. Y no sólo en las cortes, sino también fuera de ellas: nunca deja pasar la oportunidad de ayudar a un ciego a cruzar la calle. Conforme avanza la historia, nuestras sospechas se confirman. Tantas buenas acciones no pueden ser desinteresadas. Al igual que en uno de los planteamientos básicos del objetivismo de Ayn Rand, este altruismo desmedido viene del egoísmo más ruin imaginable. Este hombre sólo hace todo ese circo para sentirse superior a nosotros y, por ende, poder juzgarnos.

El quiebre se presenta cuando se da cuenta que él mismo puede ser juzgado, haga lo que haga. Es entonces cuando admite que muchas cosas por las que vive el hombre son falsas y empieza a ver con claridad abrumadora la realidad. En un retrato en un principio satírico pero progresivamente absurdista y, por qué no decirlo, incluso existencialista, Camus desnuda el alma de su personaje y, con ella, la del común denominador del ciudadano occidental contemporáneo. Hablando sobre los ritos sociales, la culpabilidad, las oportunidades desperdiciadas y con un cinismo que agradece que dichas oportunidades de ser mejores no se presenten a menudo, esta novela hace profundas reflexiones que son difíciles de ignorar.

Para finalizar esta reseña, como ya va siendo costumbre, transcribiré algunos de mis fragmentos favoritos:

Le confesaré que estoy cansado. Ya no tengo aquella claridad de espíritu que mis amigos se complacían en rendir homenaje. Por lo demás, digo mis amigos por una cuestión de principios. Ya no tengo amigos; sólo tengo cómplices. En cambio, aumentó su número. Ahora son todo el género humano, y dentro del género humano es usted el primero. El que está presente es siempre el primero. ¿Que cómo sé que no tengo amigos? Pues es muy sencillo: lo descubrí el día en que pensé en matarme para jugarles una mala pasada, para castigarlos en cierto modo. Pero, ¿castigar a quién? Algunos se habrían sorprendido, perro nadie se sentiría castigado. Entonces comprendí que no tenía amigos. Además, aún cuando los hubiera tenido, yo no habría adelantado más por ello.Si me hubiera suicidado y hubiera podido ver en seguida sus caras, entonces sí el juego habría valido la pena. Pero la tierra es oscura, querido amigo, la madera espesa, opaca la mortaja. ¿Los ojos del alma, dice usted? Sí, sin duda, ¡si es que existe un alma y si es que ella tiene ojos! Pero, mire usted, no se está seguro, nunca se está seguro. Si estuviéramos seguros, tendríamos una salida, podríamos al fin hacernos tomar en serio. Los hombres no se convencen de nuestras razones, de nuestra sinceridad y de la gravedad de nuestras penas, sino cuando nos morimos. Mientras estamos en la vida, nuestro caso es dudoso. Sólo tenemos derecho al escepticismo de los hombres. Por eso, si tuviéramos alguna certeza de que podemos gozar del espectáculo, valdría la pena probarles lo que ellos no quieren creer, valdría la pena asombrarlos. Pero se mata usted y, ¿qué importancia tiene entonces el que ellos le crean o no? Usted no está presente para recoger su asombro y su contrición, por lo demás fugaces. Usted no está allí para asistir, por fin, de acuerdo con el sueño de cada hombre, a sus propios funerales. Para dejar de ser dudoso, hay que dejar de ser, lisa y llanamente.

[...]

[N]unca pude creer profundamente que los asuntos humanos fueran cosa seria. ¿Dónde estaba lo serio? No lo sabía. Sabía sólo que no estaba en todo lo que veía y que se me manifestaba únicamente como un juego divertido e importuno. Hay realmente esfuerzos y convicciones que nunca llegué a comprender. Siempre miré con aire admirado y con ciertas sospechas a esas extrañas criaturas que morían por dinero, se desesperaban por la pérdida de una "posición" o se sacrificaban, con grandes ademanes, por la prosperidad de su familia. Yo comprendía mejor a aquel amigo a quien, habiéndosele metido en la cabeza dejar de fumar, consiguió efectivamente lo que se había propuesto, a fuerza de voluntad. Una mañana abrió el diario, leyó que había estallado la primera bomba H, se enteró de sus admirables efectos y, sin dilación alguna, se fue a la cigarrería.

[...]

Vacilo en confesarlo, por miedo de pronunciar todavía alguna palabrota: me parece que en aquella época sentía la necesidad de un amor. Obsceno, ¿no cree? En todo caso, experimentaba un sordo sufrimiento, una especie de privación que me volvió más vacante y me permitió, a medias forzado, a medias curioso, entablar algunas relaciones amorosas. Puesto que tenía necesidad de amar y de que me amaran, creí estar enamorado. Dicho de otra manera, que representé el papel de tonto.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El encanto de la bestia

(Daniel Barnz, Estados Unidos, 2011)

Lo admito: sólo vi esta película porque me gusta Vanessa Hudgens, no lo puedo negar. Bueno, también me gustan los cuentos de hadas tradicionales y las versiones modernizadas de los mismos, como las novelas de Gregory Maguire o los comics de Fables, así que también por ahí despertó mi interés. Basada en una novela de Alex Flinn, esta película nos cuenta una versión contemporánea del cuento clásico de La bella y la bestia: Kyle es un joven guapo, rico y popular que considera inferiores a quienes no reunen esas mismas características. Kendra, una darketa de la cual se dice es una bruja, le pone la conocida maldición de condenarlo a ser feo para siempre a menos que logre que alguien lo ame en un año. Entra en escena Lindy, chica supuestamente nada superficial que, no obstante, está enamorada en secreto de Kyle.


Con ciertas complicaciones rebuscadas y secuencias en exceso cursi, el filme va por donde uno esperaría que fuera: el camino predecible de no aportar nada, no darle un giro inteligente a algún elemento de la historia y no presentar nada innovador. Simplemente no se esforzaron en hacer algo diferente, pero ¿qué podíamos esperar? Las actuaciones van de mediocres a malas (como la exagerada Mary Kate Olsen en su papel de bruja moderna) y el guión es poco imaginativo, con huecos injustificables y situaciones inverosímiles.


Lo único rescatable sería la postura de enseñarle a los chavitos de hoy en día a ser menos superficiales y a valorar aspectos más allá de las apariencias. Lo malo es que hasta en eso hacen un mal trabajo: para empezar, reafirman el estereotipo de que las personas que se visten de negro son peligrosas y los tatuajes y perforaciones las hacen feas. Por favor, ¿acaso seguimos en los 90? Luego, al volver a Kyle "feo", lo hacen rapado, tatuado y perforado pero fuera de eso (y unas cuantas cicatrices) queda bastante bien. Insisto con eso del estereotipo negativo de ciertas subculturas. Por último, y con esto les adelanto el final, logra superar la maldición de manera que termina siendo guapo, rico, popular y feliz para siempre, además de perpetuar la idea de que la gente bonita sólo puede estar con otra gente bonita. En lo personal, hubiera preferido un giro como que temiera perderla al recuperar su cara linda y tratara de quedarse "deforme", o bien que al final se quedara "feo" pero ya no le importara pues realmente aprendió a valorar el interior. Qué, ¿creyeron que iba a poner el spoiler así tal cual? Si ya saben que este blog es spoiler-friendly, tienen que resaltar el texto si quieren leer la revelación. A fin de cuentas, por empalagosa y predecible que sea, la disfruté. Qué puedo decir, yo mismo soy un cursi sin remedio.

Por escenas como esta quería ver la película...

Alamar

(Pedro González-Rubio, México, 2009)

La historia es al parecer sencilla: Roberta Palombini, italiana, viaja de vacaciones a Quintana Roo. Estando en la playa conoce a Jorge, un pescador de ascendencia maya, y se enamora de él. Decide quedarse a vivir en México. Tienen un hijo, el pequeño Natan. Tras tres años y medio, los sentimientos han cambiado. No sólo eso, sino que también se ha vuelto evidente que Roberta no puede vivir alejada de la civilización, así como Jorge no podría vivir inmerso en ella. Entonces se separan, con el destino de su hijo en duda.


La película no nos muestra qué decidieron, simplemente nos presenta a Jorge recogiendo a Natan en Roma para llevarlo a Banco Chinchorro, la segunda mayor barrera de arrecifes de coral en el mundo. Desde que llega, el niño se siente en casa: se quita la playera y los zapatos para convivir libremente con la naturaleza. Interactúa con su padre y Matraca, otro amigo pescador. Viven en una casa en medio del agua, rodeados de aves y un cocodrilo (¡!)


De manera documental y bastante rudimentaria, la cámara se vuelve un fiel observador del día a día en la vida de estas personas. Los vemos pescar, escamar, cocinar y comer lo que sacaron del mar. Los vemos compartir su alimento con la fauna local. Vemos a Jorge impartiendo su sabiduría a su hijo, demostrando que no se necesita de grandes estudios para saber muchas cosas. Y, lo más importante, vemos el gran amor que un padre siente por su vástago, los cuidados y atenciones que contínuamente deposita en él.


En uno de los momentos más mágicos del filme, un ave garrapatera llega a la casa de nuestros protagonistas. Poco a poco comienza a relacionarse con ellos, primero de lejitos pero gradualmente se va acercando hasta ser prácticamente domesticada por ellos. La llaman Blanquita y los acompaña a muchas partes.


No sé si Natan pase la mitad de cada año con su padre y la otra con su madre, me imagino que adaptarse a cambios tan drásticos de entorno no será cosa fácil. No obstante, dejar atrás este tipo de vida tan relajado y tan pacífico seguramente presenta sus dificultades, aunque uno pueda regresar. Lo que me deja la cinta, además de un profundo sentimiento de paz, es una añoranza por la naturaleza y por ese amor constante que quizás sólo podamos sentir en la niñez.

Beginners

(Mike Mills, Estados Unidos, 2010)

Con el horrible subtítulo de Así se siente el amor, esta película llegó a una muy reducida cantidad de salas en nuestro país. Como un comentario aparte, quisiera mencionar que me molesta aún más esta nueva tendencia de dejar el título en inglés de una película pero agregándole un subtítulo para que nos quede claro de qué va la cosa (como si fuéramos idiotas) que la tradición milenaria de poner pésimas traducciones a los títulos de las películas. Pero eso es tema aparte.


A sus setenta y cuatro años de edad, tras la muerte de su esposa, Hal (Christopher Plummer) decide revelarle a su hijo Oliver (Ewan McGregor) su homosexualidad. Posteriormente, pasa los últimos cuatro años de su vida explorando este aspecto de su sexualidad que siempre reprimió. La cinta comienza con Oliver vaciando la casa de su padre tras la muerte de éste, ocasionada por un cáncer terminal, y desarrolla dos historias: la de Hal y su búsqueda de pareja dentro de la comunidad gay -por medio de flashbacks- y la de Oliver, su duelo tras el fallecimiento y su encuentro y posterior involucramiento romántico con Anna (Mélanie Laurent).


El filme posee un gran poder emocional, es generalmente triste y conmovedor pero para el final logra levantar los ánimos, a pesar de no dar garantías. Tiene grandes aciertos, como un perro que se niega a estar solo y se comunica telepáticamente con su amo (para beneficio del público se recurre al subtitulaje de sus pensamientos) y el uso repetitivo de varios leitmotifs tanto gráficos como narrativos: este es el sol en 1955, este es el presidente en 1955, etcétera. Desafortunadamente, el perro pierde relevancia demasiado pronto.


En cuanto a ritmo, la película cojea un poco por las múltiples narrativas. La historia en el presente, la de Oliver tras la muerte de su padre, es narrada de manera lineal; pero la historia de Hal se cuenta en un orden cronológico menos estricto, lo cual puede llegar a ser un poquito incómodo. Poquito, no mucho. Aunque no es requerida, cierta interrelación entre los saltos temporales quedaría bastante bien. Además de todo esto, ambas líneas narrativas se ven interrumpidas frecuentemente por fragmentos de un pasado previo a ambas historias, ya sea la niñez de Oliver o la historia de sus padres. Si bien esto no genera confusión, sí crea cierto sentido de desorden.


Dejando a un lado estas "fallas" menores, la obra es grande. Si de por sí es difícil abordar el tema del amor, incorporar temas fuertes como la muerte, los derechos de la población gay y la depresión hacen de esto una labor titánica que no obstante logra llegar a buen puerto gracias a lo competente que es Mills como cineasta. Las actuaciones son de primer nivel, en particular disfruté del veterano Plummer. Y en cuanto a la historia, lo que más resonancia tuvo en mí fue la clara y honesta manera de mostrar que en la búsqueda del amor, nuestros padres siempre están presentes: a través de las ideas que nos dieron, las carencias afectivas que nos llevaron a buscar cariño en otras partes, los condicionamientos involuntarios, la historia familiar... Qué complicado es esto de las relaciones humanas, caray.